viernes, 25 de mayo de 2012

Costes e impuestos del sistema energético: Superando los enfoques del absurdo

El otro día, en el transcurso de una conferencia de presentación del estudio Energía 3.0, una de las personas asistentes ponía encima de la mesa la gran preocupación que le producía el ver que para el año 2050 el coste del sistema energético E3.0 era muy inferior (del orden del 9%) al del sistema tendencial (BAU). Y la preocupación surgía de la siguiente consideración (al menos tal y como yo la interpreto): Actualmente la administración recauda muchos fondos a partir de los impuestos sobre el coste asociado al consumo de energía, si el coste se reduce tanto, ¿qué pasará con la recaudación de impuestos?, ¿cómo podrá funcionar nuestra administración, actualmente ya contra las cuerdas desde el punto de vista de la disponibilidad de recursos monetarios, si le reducimos la recaudación impositiva del sistema energético?

La verdad es que prácticamente siempre resulta enriquecedor poder observar las situaciones desde otras perspectivas. En este caso, a mi me sirvió para hacer evidente un elemento estructural que podía actuar como barrera conceptual para acompañar el inicio de la transición del sistema energético. Y es que efectivamente, la preocupación que manifestaba esta persona en la conferencia del otro día, instaurada en la mente, puede nublar completamente el acceso a los elementos estructurales y al fin último que necesitamos perseguir para impulsar la transición del sistema energético.

Creo que esta situación, al igual que la de abrazar el PIB como indicador de ‘crecimiento’ y ‘salud’ de nuestro sistema económico que comentábamos en un post anterior, resultan muy ilustrativas de las ‘trampas’ implícitas en los sistemas actuales que nos dificultan el proceso de maduración. Una vez más tenemos que evitar que los árboles no nos dejen ver el bosque, y escapar de las trampas conceptuales que nos hacen confundir los medios con los fines y que nos conducen a mantener un ‘enfoque del absurdo’ que nos condena, a modo de ‘maldición’, a permanecer dentro de la estructura de los sistemas actuales con el sentimiento catastrofista de que no se puede hacer otra cosa. Por esto creo que merece la pena profundizar un poco en la ‘duda existencial’ que planteaba esta persona.

Cuando hablamos de los costes del sistema energético, el primer punto que es preciso aclarar es la diferenciación entre los ‘costes para la sociedad’ y lo que hoy denominaríamos los ‘costes para el consumidor’. La carga impositiva se refleja en los segundos, mientras que los primeros no incorporan la carga impositiva. En el estudio Energía 3.0, el foco está puesto en los costes para la sociedad, que son los que nos interesan desde la perspectiva macro del estudio, y por tanto se trata de costes sin impuestos. Y puesto que la carga impositiva y su distribución entre los distintos mecanismos de recaudación constituyen un elemento conceptual totalmente independiente de los aspectos considerados en Energía 3.0, y que no afecta a la evaluación del potencial de ahorro para la sociedad, no se hace referencia alguna a ello en el marco del estudio Energía 3.0.

Una segunda consideración, de carácter lingüístico, pero con cierta carga ideológica, que quiero introducir desde ya, es la sustitución del término ‘consumidor’ por ‘persona’, para reflejar la transición desde una economía del híper-consumo basada en el consumo de productos, hacia una economía del compartir, basada en la prestación de servicios, con un sistema energético gobernado por la demanda, que se encuentran detrás de los planteamientos del estudio Energía 3.0. Así pues, hablaremos de ‘costes para la sociedad’ y ‘costes para las personas’.

La tercera consideración es que los costes para la sociedad del sistema energético, se encuentran totalmente desligados de la carga impositiva que resulte necesario aplicar sobre el sistema energético, y por tanto no hay ningún fundamento ni razón para que la preocupación que surgió en la conferencia del otro día actúe como barrera para focalizar hacia la transición del sistema energético. Cojamos un poco de perspectiva para recapacitar sobre el absurdo de la conclusión a la que puede conducirnos el hilo argumental de esa preocupación: Si reduzco el coste del sistema energético, se reduce la recaudación impositiva por lo que colapsan las administraciones y se va todo al garete, por lo que debemos evitar a toda costa la reducción del coste del sistema energético (a pesar de que ello sea la causa fundamental que sangra nuestra economía), y a poder ser incrementarlo, para dirigirnos más rápido hacia el precipicio. Hay diversos ‘pasos en falso’ en este razonamiento que afortunadamente nos libran de su conclusión catastrofista: La gestión de la carga impositiva es totalmente independiente de los costes para la sociedad del sistema energético, y en ningún caso contribuye a eliminar el beneficio para las personas de una reducción del coste para la sociedad.

Una cuarta consideración es sobre el reparto entre los distintos instrumentos recaudatorios. El reparto de la carga impositiva entre los distintos elementos recaudatorios, como el consumo de energía, es otro grado de libertad disponible por el sistema administrativo. Por tanto, ante una evolución estructural del sistema energético, ni tan solo sería imprescindible mantener constante la carga impositiva sobre el sistema energético, pudiéndose redistribuir ésta entre otros mecanismos recaudatorios.

Una quinta consideración es sobre el propio origen de la carga impositiva. En principio, la carga impositiva total debería responder a las necesidades del sistema administrativo para proporcionar los servicios requeridos por la sociedad. En un sistema administrativo inteligente, este sería el caso, pero en el actual contexto de un sistema administrativo cuya inteligencia a menudo brilla por su ausencia, esta no es la situación real, y buen reflejo de ello es la situación actual que estamos atravesando de crisis profunda en la disponibilidad de recursos monetarios del sistema administrativo, aplicando recortes a diestro y siniestro sobre servicios fundamentales para la sociedad (educación, sanidad), como medio para enmendar una trayectoria especulativa donde la ineficiencia en el mantenimiento de la propia infraestructura administrativa y la hipotecación más allí de los límites permisibles, a menudo para desarrollar infraestructuras innecesarias (autopistas sin tráfico, variantes de autovías totalmente innecesarias, aeropuertos sin aviones,….), han conducido a un endeudamiento mucho más allí de los límites admisibles que ahora nos va tocar cubrir a todos. No me puedo resistir en este punto a comentar el ejemplo del pequeño pueblo en el que vivo, con un alcalde establecido desde ya más de 35 años que utiliza las atribuciones administrativas para dar servicio a sus intereses particulares y para alimentar la red clientelar que le sustenta como cacique, impulsando actuaciones especulativas en muchas dimensiones, empleando los recursos monetarios de la administración para mantener adecuadamente ‘lubricados’ los mecanismos del resto de sistemas que le permiten mantenerse como cacique y protegerle de las protestas sociales, y contratando, con dinero público, un equipo de abogados para lidiar con las múltiples denuncias que va acumulando por el camino: Si esto es lo que alimenta nuestra carga impositiva, habrá que ir planteándose muy seriamente la insumisión fiscal como primera etapa para sanear la estructura administrativa.

En la línea argumental de esta quinta consideración, cabe esperar que en un contexto E3.0, donde el sistema administrativo incorpora tanto inteligencia como gobernanza social, simplemente por motivos de eficiencia en el uso de los recursos, la carga impositiva necesaria se redujera significativamente. Además, la estabilización en los costes de la energía que proporciona el contexto E3.0, así como la eliminación de raíz de la inflación incremental en el coste de los combustibles fósiles que actualmente está sangrando nuestra economía (y que de cara al futuro no puede más que empeorar si nos mantenemos en la senda BAU), también debería contribuir a la reducción de las necesidades impositivas, al igual que la generación de valor compartido asociada a la transición de una economía del híper-consumo a una economía de consumo colaborativo. En el otro lado de la balanza, el sistema administrativo actual no está cubriendo totalmente y de forma satisfactoria los servicios requeridos por la sociedad, incluyendo elementos de justicia social entre los que se encontraría por ejemplo la contribución a la cooperación al desarrollo, lo cual podría conducir a atenuar el potencial de reducción de requerimientos impositivos en un contexto E3.0.

En la actualidad existe una fuerte carga impositiva sobre los productos energéticos, repartida de forma no homogénea sobre los distintos productos (electricidad 24% , gas natural industrial 16%, gas natural doméstico 18%, fueloil industrial 4%, gasoil doméstico 38%, diesel automoción 58%, gasolina automoción 111%). Por tanto, una primera conclusión es que ante un cambio de la estructura del sistema energético, como es la fuerte electrificación planteada en Energía 3.0, se hace necesario una redistribución de la carga impositiva sobre las distintas formas de energía final.

Veamos un ejemplo numérico para ayudar a asentar todos estos elementos:

Partamos de una serie de consideraciones a modo de hipótesis para desarrollar este ejemplo numérico:
·         El tipo impositivo medio sobre el conjunto del sistema energético lo tomaremos del 50% (este no tiene que representar el valor real y es tan solo un punto de partida para ilustrar los conceptos argumentales de forma cuantificada).
·         En un contexto E3.0, el equilibrio entre los elementos de reducción de los requerimientos impositivos asociados al despliegue de eficiencia, inteligencia, eliminación de la inflación energética incremental y generación de valor compartido asociado a la transición a un sistema económico colaborativo, y los elementos de incremento de los requerimientos impositivos asociado a la internalización de los servicios actualmente no cubiertos de forma satisfactoria por el sistema administrativo, conduce, en balance neto,  a una reducción de un 30% sobre los requerimientos impositivos.
·         Para el reparto de la carga impositiva total sobre el conjunto de elementos recaudatorios se opta por mantener fija la contribución absoluta correspondiente al sistema energético, afectándola en su caso del porcentaje de reducción sobre la carga impositiva total.
·         Adoptamos como estructuras de costes para la sociedad del sistema energético las obtenidas para el año 2050 en el estudio Energía 3.0, tanto para el contexto tendencial (BAU) como para el eficiente (E3.0)


En la siguiente figura vemos representado gráficamente el coste para las personas del sistema energético en el año 2050 bajo las hipótesis anteriormente comentadas, tanto para un contexto BAU como para un contexto E3.0, y desglosado en sus dos contribuciones: coste para la sociedad y carga impositiva. El coste para las personas en 2050 sería para el contexto E3.0 un 16% del correspondiente para el contexto  BAU, mientras el coste para la sociedad sería para el contexto E3.0 de un 9% del correspondiente al contexto BAU. Pero en términos absolutos, el ahorro en el coste para las personas sería de 437308 M€-2007/a, superior al ahorro en términos del coste para la sociedad que ascendería a 416974 M€-2007/a.




La siguiente figura recoge los tipos impositivos sobre el sistema energético. Para el contexto BAU se reduciría desde el 50% que tomamos de partida para el año 2007, hasta un 15% en el año 2050 como consecuencia del gran incremento del coste de la energía (denominador del tipo impositivo) y del planteamiento de mantener constante la recaudación impositiva sobre el sistema energético. Sin embargo, para el contexto E3.0 en el año 2050, el tipo impositivo sobre el sistema energético ascendería al 117%, como consecuencia de la gran reducción en el coste de la energía (denominador del tipo impositivo). Este  tipo impositivo del sistema energético en el contexto E3.0 para 2050 sería del orden del empleado actualmente para la gasolina.





Vemos que lo que se incrementaría en el contexto E3.0 es el tipo impositivo, expresión relativa de la carga impositiva respecto al coste de la energía, pero no la carga impositiva absoluta, la cual incluso es de esperar que se redujera gracias al despliegue de inteligencia por el sistema administrativo.

Por tanto, la reducción del coste del sistema energético para la sociedad en el contexto E3.0 no tiene ninguna implicación negativa ni para el funcionamiento de la administración ni para el coste del sistema energético para las personas, sino todo lo contrario, haciendo que el potencial de ahorro revierta tanto sobre la sociedad como sobre las personas, y sin introducir limitación alguna a la capacidad recaudatoria de la administración, sino todo lo contrario, dotándola de mayor potencial de recursos para cubrir completamente los servicios demandados por la sociedad gracias al valor compartido que genera el tremendo ahorro en costes energéticos.

En fin, ya sé que la conclusión a la que hemos llegado es de sentido común, y por esto en el contexto del estudio Energía 3.0 no le dimos importancia alguna, pero creo que el dedicarle algo más de atención a este aspecto desglosando el razonamiento con más detalle, puede contribuir a eliminar algunas barreras para la internalización de los conceptos y resultados del informe Energía 3.0, así como para impulsar decididamente el proceso de transición.



domingo, 20 de mayo de 2012

Ya toca 'darle la vuelta' a los sistemas energético, económico y político

¿Y si la clave estuviera en ‘dar la vuelta’ a los sistemas en los que estamos organizados, cambiando las atribuciones y relaciones entre las piezas que los componen?

En el estudio Energía 3.0 entendemos que este es uno de los elementos que permiten liberar toda una seria de mecanismos de respuesta rápida, capaces de reencauzar nuestro sistema energético hacia la sostenibilidad en los cortos plazos de tiempo disponibles, y que en el fondo no es más que la consecuencia de un proceso de maduración social, tecnológica y como individuos, que nos permite evolucionar desde los sistemas gobernados por la oferta en los que estamos organizados, hacia sistemas gobernados por la demanda capaces de ajustarse a las condiciones de contorno a las que estamos sujetos al mismo tiempo que permiten mejorar la accesibilidad a los servicios que necesitamos.




Probablemente, cuando nos empezamos a organizar como sociedad configurando los sistemas económico y energético actuales, no había otra opción que la de los sistemas gobernados por la oferta que tenemos ahora. La inmadurez del sistema social, y la percepción generalizada de recursos ilimitados (el capital de recursos físicos y ambiental se percibía como ilimitado, y por tanto no había derechos de propiedad repartidos entre el conjunto de la sociedad, dejando que su propiedad quedara en manos de los que decidían ‘explotarlos’, y que nos auto engañáramos con la falacia de la externalización de todos los impactos sobre los mismos), no dejaban otra opción que la del enfoque centralizado y gobernado por la oferta, en la que los ‘emprendedores’ tomaban las riendas y se erigían en los representantes del conjunto de la sociedad para gestionar esos recursos en su beneficio propio a cambio de suministrar a la sociedad, por un ‘módico precio’, los servicios que esta necesitaba. Incluso lo interpretábamos como progreso, tanto desde el lado de la oferta como del de la demanda, lo cual refuerza la idea de que probablemente en esos estadios iniciales no había otra opción que la de habernos organizado así.

Para establecerse y poder evolucionar, estos sistemas gobernados por la oferta han requerido de un sistema económico y político que estuvieran alineados con los objetivos de generación de beneficio cortoplacista de unos pocos sin tener en consideración las repercusiones sobre el interés general a largo plazo, y establecer como pilares generales la propiedad y la incentivación del híper-consumo, poniendo el énfasis en la venta de productos (frente al suministro de servicios), que si bien han sido capaces de satisfacer la mayoría de los servicios requeridos por la sociedad (al menos por una parte de la sociedad), pero lo han hecho con una gran ineficiencia y rigidez, lo cual evidentemente es mejor que nada (y aquí se nos vende la idea de progreso), pero sin duda bastante peor del óptimo al que podemos aspirar. Sin embargo, en un contexto con una demanda inmadura, sin capacidad de tomar las riendas de la gobernanza de los sistemas y de implicarse responsablemente en su configuración y operación, el enfoque gobernado desde la oferta (sin participación activa de la demanda), probablemente no tenía ninguna otra opción de estructuración que la que ha seguido.

Pero el sistema social se está haciendo mayor, a lo cual sin duda contribuyen de forma significativa las señales que recibimos de otros sistemas, como el climático y económico, dándonos una clara indicación de que estamos sobrepasando los límites que nos imponen las condiciones de contorno a las que estamos sometidos, y que por tanto resulta imprescindible modificar la estructura de nuestros sistemas para organizarnos de una forma más eficiente.

Y llegados a este punto conviene pararse a analizar sin prejuicios los aspectos e implicaciones de los sistemas gobernados por la oferta que requerirían ser modificados para establecernos en una senda de sostenibilidad:

·         Los sistemas centralizados y gobernados por la oferta llevan implícitos un fuerte requerimiento de sobredimensionado, y unas consecuencias de ineficiencia en el uso de los recursos y rigidez en la cobertura de la demanda de servicios. En efecto, la demanda es la parte grande del sistema, con diferencia, y además tiene un carácter fuertemente distribuido. Por tanto, al minimizar su implicación tanto en la definición como en la operación del sistema (como hacen los sistemas gobernados por la oferta), la cobertura de la demanda de servicios no se puede hacer de otra forma que a ‘cañonazos’ e introduciendo fuertes servidumbres (rigideces) en la demanda. Una visualización de esta situación, es ese autocar que además de introducir fuertes servidumbres sobre la demanda en términos de horarios y emplazamiento de las paradas, acaba paseando en un vehículo de 60 plazas a una única persona por una trayectoria mucho más larga de la que necesitaría (recorriendo el conjunto de paradas): Evidentemente existe un amplio margen de mejora, tanto en cuanto a la reducción de las servidumbres y por tanto a la mejora de la accesibilidad al servicio solicitado, como desde el punto de vista de la eficiencia en el uso de los recursos empleados para proporcionar el servicio, pero también es cierto que sin una implicación activa de la demanda (lo cual requiere, entre otras cosas, un cierto grado de madurez de la misma) probablemente no había otra forma de organizarse para proporcionar la cobertura del servicio.
·         Existe una gran limitación de gobernanza en los sistemas gobernados por la oferta, entendiendo por gobernanza la capacidad del conjunto del sistema social de coger las riendas y alinear el sistema en la dirección del interés del conjunto de la sociedad: La participación activa de la demanda, ha sido excluida en el propio planteamiento de los sistema gobernados por la oferta, estructurándose las interacciones principales de forma unidireccional desde la oferta hacia la demanda.
·         Las ineficiencias de los sistemas gobernados por la oferta eliminan la posibilidad de generación de valor compartido, que si bien como su valor indica dicho valor generado debe compartirse entre oferta y demanda, pero al eliminarlo de raíz por excluir la participación de la demanda, la propia oferta pierde este potencial de generación de beneficio.
·         La falacia de mandar todos los impactos al cajón de las externalidades es una gran mentira que tanto el sistema climático como económico se están encargando de evidenciarnos de forma contundente. Esto, por un lado conduce a unas muy bajas prestaciones en términos de economía global de los sistemas gobernados por la oferta, por lo que dejan un amplio margen de mejora, y por otro lado está conduciendo a generar desconfianza de la demanda en los actores de la oferta, que probablemente esté contribuyendo al proceso de maduración de la demanda.
·         Los sistemas gobernados por la oferta se han edificado en gran medida sobre desigualdades, con unos pocos haciendo uso de los recursos de todos, lo cual, además de la injusticia sobre la que se asienta, conduce a una situación de inestabilidad creciente, que probablemente también constituya un ingrediente del proceso de cambio: El desafío es gobernar esta fuerza de cambio para conseguir que sea constructiva en lugar de destructiva (el batacazo que se puede llevar el triángulo de la figura al evolucionar desde la situación inestable actual a una situación estable puede ser tremendo si no somos capaces de encauzar la transición)
·         Por último, los sistemas gobernados por la oferta a menudo edifican sobre tecnologías de acceso a unos pocos, lo cual es en gran medida implícito a la estructura básica de estos sistemas, donde la ‘competitividad’ exige limitar al máximo la horizontalidad. Por tanto, no debe extrañarnos que el proceso de maduración de los sistemas a menudo vaya gobernado por un cambio de tecnologías hacia otras de acceso al conjunto de la sociedad.

La maduración social, tecnológica y como individuos nos permite iniciar ya el proceso de transición desde los sistemas gobernados por la oferta hacia los sistemas gobernados por la demanda, que además de solucionar los inconvenientes anteriormente apuntados, mejorando de forma muy importante la accesibilidad a los servicios demandados con un uso mucho más eficiente de los recursos,  nos proporciona acceso a mecanismos de cambio rápidos que nos permitan estabilizar nuestros sistemas de forma compatible con las condiciones de contorno a las que estamos sometidos en los plazos de tiempo disponibles. Este acceso a mecanismos de respuesta rápida es MUY importante en la situación actual, en la que estamos viviendo de las rentas inerciales del sistema climático, en el peligroso contexto de sus mecanismos no lineales, pues ya excedimos el límite de las condiciones de contorno que nos impone. La capacidad de los mecanismos de respuesta rápida de permitirnos regresar dentro de los límites de las condiciones de contorno a las que estamos sometidos antes de que se desaten los impactos negativos de las no linealidades de los sistemas que fijan estas condiciones de contorno, es un privilegio, a modo de última oportunidad, que deberíamos ser capaces de reconocer a tiempo.

El despliegue de inteligencia por los sistemas es una de las características distintivas de este proceso de maduración y transición hacia los sistemas gobernados por la demanda. Una comunicación bidireccional y efectiva entre las distintas partes que componen los sistemas, elemento fundamental para articular la incorporación de la demanda en la definición, estructura y gobernabilidad de los sistemas, y unas estructuras relacionales que permitan alinear el objetivo final de accesibilidad a servicios con el uso óptimo de los recursos para proporcionar estos servicios y con la sostenibilidad de los mismos, son manifestaciones de este despliegue de inteligencia.

La evolución de un sistema económico parcial (preocupado tan solo de la producción valorada en términos monetarios), a un sistema económico completo que incorpore tanto en sus indicadores como en su estructura el conjunto de las dimensiones de bienestar material, calidad de vida, elementos medioambientales y sostenibilidad; con una transición de las economías basadas en el híper-consumo de productos a otras estructuradas entorno a la accesibilidad a los servicios, capaces de maximizar la generación de valor compartido entre todos los integrantes del sistema económico; explotando el potencial de los planteamientos de consumo y trabajo colaborativos; y con una contundente gobernabilidad social que reconduzca la situación actual (la sociedad al servicio del sistema económico) hacia el punto de partida original que da sentido a la razón de ser del sistema económico: un sistema económico al servicio de la sociedad que permita cubrir la demanda de servicios con un uso óptimo de los recursos disponibles para este fin.  

Si recapacitamos un poco en todo lo que nos rodea, nos daremos cuenta de que hay muchos frentes en los que avanzar en este proceso de transición. Incluso en elementos a priori tan ‘asépticos’ como en la propia estructuración del trabajo, podemos observar un gran distanciamiento de los contextos colaborativos que permitirían optimizar la cobertura de la demanda de servicios con un uso óptimo de recursos y con el máximo beneficio para el conjunto, permitiendo que cada uno de nosotros aportara lo más beneficioso para el conjunto. El contexto actual en el que nos encontramos es bastante distinto, indicando una ausencia de despliegue de inteligencia colectiva por estos ámbitos. Nos hemos rodeado de una sinrazón de banderas y banderitas a las que rendimos pleitesía, y que en aras de conceptos como la competitividad o el ‘si no lo hago yo que no lo haga nadie’,  permitimos que determinen la dirección de la fuerza resultante con la que contribuimos a los sistemas en los que estamos organizados, por más que esta empuje en una dirección totalmente opuesta a la de los objetivos finales del bien común.

Quizás todo es ‘tan sencillo’ como el que nos deshagamos de esas banderas y banderitas en exceso, y que aprendamos a alinear esfuerzos en la dirección del bien común. Las herramientas ya las tenemos disponibles, y señales no faltan para convencernos de que tanto a nivel individual como colectivo podemos contribuir a potenciar ese despliegue de inteligencia y maduración, y es más, a que quizás ya arrancó ese proceso de transición.




domingo, 13 de mayo de 2012

Trayectorias de transición del sistema energético hacia la sostenibilidad: Sus implicaciones y por dónde vamos

Uno de los aspectos relativos a la sostenibilidad del sistema energético que se analizan en el informe Energía 3.0, son las implicaciones asociadas a seguir distintas trayectorias de transición desde la situación actual del sistema energético hasta un sistema energético eficiente, inteligente y abastecido al 100% con energías renovables en el año 2050.

Es decir, considerando que tanto el punto inicial del sistema energético (establecido en el año 2007 para el estudio Energía 3.0) como el final (establecido en el año 2050) fueran los mismos, y por tanto que para el año 2050 hayamos completado la transición de nuestro sistema energético desde un contexto tendencial (BAU) a uno eficiente, inteligente y 100% renovable (E3.0), la trayectoria o el camino por el cual desarrollemos esta transición tiene importantes consecuencias, tanto sobre los sistemas climático y económico, como sobre las propias posibilidades que tenemos de finalizar exitosamente la transición.

Para analizar el impacto asociado a la trayectoria de transición empleada, en el estudio Energía 3.0 se analizan 3 posibles trayectorias de transición: retardada, lineal y responsable.
·         La transición retardada corresponde a una trayectoria de transición en la que las tasas de cambio introducidas durante los primeros años del periodo considerado (2007 – 2050) son muy pequeñas, exigiendo por tanto el despliegue de muy elevadas tasas de cambio en los años finales del periodo considerado a fin de conseguir completar la transición para el año 2050.
·         La transición lineal establece tasas constantes de cambio a lo largo de todo el periodo considerado.
·         La transición responsable, establece elevadas tasas de cambio al inicio del periodo considerado, de tal forma que hacia el final del periodo de transición puede evolucionar con tasas de cambio considerablemente inferiores y decrecientes.




El que las elevadas tasas de cambio para completar la transición se encuentren en los primeros o últimos años del periodo de tiempo considerado tiene importantes repercusiones, pues los sistemas con los que estamos tratando (sistema climático y sistema económico) presentan importantes no linealidades, y la evolución tendencial de la demanda de energía es creciente, por lo que la dificultad de implementar el cambio se incrementa a medida que lo vamos retrasando, así como también se incrementan el impacto asociado al histórico que dejamos atrás y las barreras que nos generamos en la propia trayectoria de transición, con capacidad incluso de hipotecar las posibilidades de completar la transición.

Las siguientes figuras recogen la evolución del consumo de energía final, las emisiones de GEI y los costes monetarios del sistema energético al seguir cada una de las tres trayectorias de transición consideradas (retrasada, lineal, y responsable).









Como podemos observar, tanto en términos de consumo de energía final como de emisiones de GEI y de costes monetarios, la transición retardada genera importantes picos dentro del periodo de tiempo considerado (entorno al año 2030 – 2035). Esto picos, además de contribuir a un calor total más elevado del consumo, emisiones y costes acumulados en el periodo 2030 – 2035 (ver informe Energía 3.0 para comparativa de los valores acumulados), se constituyen como auténticas barreras que hipotecan las posibilidades de completar exitosamente el proceso de transición, pues conducen a los ya debilitados sistema económico y climático hacia una situación límite que puede desencadenar grandes impactos que degeneren en profundos periodos de crisis de estos sistemas y por ende del sistema social. Incluso con la transición lineal nos encontramos con importantes picos interiores en términos de consumo de energía final y de costes monetarios, que nuestro debilitado sistema económico actual difícilmente podría superar, y con un valor acumulado de emisiones en el periodo de transición que impondría una elevada carga sobre el sistema climático.

Pero es más, la propia reconversión y saneamiento de nuestro sistema económico, sumido en un profundo estado de crisis que pide a gritos evolucionar desde una economía basada y dependiente del híper-consumo de productos hacia otra de servicios basada en el compartir y en la potenciación del bien común, necesitaría para su reconversión el impulso que proporcionarían en los próximos años las elevadas tasas de transición de la trayectoria responsable.

Por tanto, podemos concluir la conveniencia y necesidad de encaminarnos hacia una trayectoria de transición responsable desde el contexto tendencial (BAU) al eficiente (E3.0), de lo cual se desprende la gran importancia y relevancia de lo que hagamos en los próximos años. La siguiente figura nos muestra la evolución de distintos indicadores (demanda de energía final, emisiones de GEI, contribución de las energías renovables al sistema eléctrico, y contribución de las energías renovables a la cobertura de la demanda de energía final) asociados a la trayectoria de transición responsable.





Al disponer de esta evolución de los indicadores por la trayectoria de transición responsable, resulta interesante evaluar la evolución real que estamos siguiendo para tomar consciencia de las implicaciones asociadas a la trayectoria que nuestro sistema político y administrativo están estableciendo de forma unilateral, a fin de que estas implicaciones puedan sociabilizarse y de que el sistema social disponga de la realimentación necesaria para poder actuar con responsabilidad.

Con este fin, la siguiente figura recoge la evolución de uno de los indicadores anteriormente mostrados, la contribución de las energías renovables al sistema eléctrico, desde el año 2007 hasta el año 2011, y comparando las trayectorias de las transiciones responsable, lineal y retardada (corrigiendo por los niveles de electrificación alcanzados), e incluso la trayectoria tendencial sin transición alguna (BAU), con la evolución real seguida a lo largo de estos años (datos de REE).





De esta figura podemos extraer distintas conclusiones:

·         Las tasas de cambio alcanzadas en el periodo 2008 – 2010 están bastante cercanas a las de una transición responsable. Por tanto, aunque sin quererlo ni saberlo, la evolución experimentada a lo largo de esos años nos muestra que a pesar de un cierto retraso, habría capacidad de colocarse en una senda de transición responsable.
·         La inversión de la tendencia en el año 2011 tiene diversas causas. Lo primero que es necesario resaltar es que esta inversión se produce incluso con una reducción de la demanda final de energía (96.8% en 2011 respecto a 2010), que debería haber facilitado el incrementar la participación de las renovables. La reducida hidraulicidad del año 2011 (producible hidráulico 82% del promedio histórico), en relación a la elevada hidraulicidad del año 2010 (producible hidráulico 129% del promedio histórico), contribuyen a una reducción de la aportación renovable, que por otro lado no es más de una indicación de la falta de resilencia de la capacidad de generación renovable que requiere el incrementar la potencia instalada, especialmente de aquellas tecnologías con capacidad de estabilizar estas variaciones interanuales. La eolicidad en el 2011 también fue inferior a la del 2010, con una generación del 96.1% a pesar de un ligero incremento de la potencia eólica instalada. La generación solar (fotovoltaica y termosolar) se incrementó significativamente en el año 2011 respecto al año 2010, pero las relativamente bajas potencias instaladas de estas tecnologías (especialmente de la termosolar) no permitieron compensar las reducciones de producción hidroeléctrica. Pero el elemento que marca de forma más radical el cambio de tendencia desde el año 2010 al año 2011 es el incremento en la generación eléctrica con carbón, que prácticamente se dobló en el 2011 respecto a la del año 2010, y que ha traido como consecuencia que también se invierta la tendencia decreciente del factor de emisiones de GSI del sistema eléctrico.
·         La evolución marcada por la tendencia del año 2010 al 2011, así como lo que cabe esperar en los próximos años de la estrategia de boicoteo explícito hacia las energías renovables adoptada por los sistemas político y administrativo (tanto en los últimos años del anterior gobierno del PSOE como del actual gobierno del PP), así como lo que cabe esperar por lo que a capacidad de reacción o de diagnóstico de nuestro sistema administrativo actual, indica claramente que nos vamos a distanciar de forma muy significativa de la trayectoria de transición responsable, tendiendo hacia las condiciones representadas por una transición retardada, o incluso peor, por el seguimiento de una senda tendencial (BAU) sin transición alguna. Dadas a las inercias asociadas a los ciclos políticos de nuestro actual sistema ‘democrático’, el retraso que tanto la administración pasada como la presente están asentando, fácilmente va a conducirnos a una pérdida de los próximos 8 – 10 años, que son precisamente aquellos en los que el seguimiento de una senda de transición responsable requiere el despliegue de las mayores tasas de cambio.

Con estos datos en la mano, y con conocimiento de las implicaciones y consecuencias en relación a la senda de evolución del sistema energético que implícitamente están estableciendo nuestros sistemas administrativo y político (evidentemente sin informar de las consecuencias de estas decisiones a la población), le corresponde al sistema social tomar cartas en el asunto de forma responsable, marcando el rumbo de evolución que conscientemente quiera seguir, sin dejar que unos sistemas administrativo o político irresponsables le quieran imponer, pues al fin y al cabo, estos sistemas administrativo y político no van a asumir las implicaciones de la senda que están estableciendo, y le tocará al sistema social apechugar con todas sus consecuencias.

¿Ha decidido el sistema social seguir una senda que le aboque a periodos de crisis todavía mucho más profundos de los que estamos experimentando en la actualidad, o son estas decisiones tan solo una consecuencia de unas competencias indebidamente apropiadas por los sistemas administrativo y político? La respuesta sólo la podemos dar cada uno de nosotros.

sábado, 12 de mayo de 2012

Sostenibilidad del sistema energético: Energía 3.0

Energía 3.0 es un estudio, elaborado desde Greenpeace España entre los años 2008 y 2011,  dedicado al análisis técnico-económico de las opciones de desplegar eficiencia, inteligencia y renovables por el sistema energético peninsular.

Si bien Greenpeace España está realizando, al igual que con los informes anteriores dedicados a esta temática, una estupenda labor en la difusión de los resultados, conclusiones y elementos conceptuales asociados al informe Energía 3.0, con este post voy a iniciar una serie de aportaciones en este blog para intentar contribuir a la labor de su difusión desgranando algunos de los elementos contenidos en este estudio. Tanto la densidad de conceptos incluida en las más de 700 pg del informe completo Energía 3.0, como la urgencia de la situación actual, y el más que probable retraso a la transición hacia un sistema energético sostenible al que parece determinada a abocarnos nuestra clase política, hacen que todas las contribuciones para facilitar la sociabilización de los conceptos y resultados contenidos en Energía 3.0 sean bienvenidas.

Energía 3.0 es el tercer estudio de una serie dedicada al análisis de las posibilidades y requerimientos para encauzar la evolución del sistema energético peninsular hacia la sostenibilidad.

El primer estudio de esta serie, el Renovables 2050, se publicó en el año 2005, y está dedicado a desarrollar una evaluación del potencial de las distintas tecnologías renovables (a nivel peninsular y con resolución provincial) para participar en la cobertura de la demanda de energía. Con un tratamiento homogéneo para las distintas tecnologías renovables, e incorporando de forma detallada los requerimientos asociados a otros usos del suelo, el estudio concluía que por lo que se refiere a potencial de generación, en la España peninsular existía capacidad más que suficiente para plantearse la cobertura de la demanda energética, cifrando la capacidad de generación eléctrica en base a fuentes de energía renovable en 56.4 veces la demanda eléctrica que cabría esperar para el año 2050.

El segundo estudio de esta serie, el Renovables 100%, abordaba el análisis de la siguiente cuestión, es decir, la viabilidad técnico-económica de cubrir el total de la demanda de energía eléctrica de la España peninsular con energías renovables. Partiendo de un escenario tendencial de demanda de energía eléctrica que permitiera focalizar la atención sobre las posibilidades de un sistema basado en energías renovables, mediante el modelado detallado de la capacidad de generación renovable a nivel provincial e incorporando una aproximación homogénea a la evolución de costes de las distintas tecnologías renovables, se procedió a desarrollar distintos análisis de cobertura de la demanda, llegando a la conclusión de que los sistemas basados en generación renovable disponen de suficientes mecanismos de flexibilidad por el lado de la oferta para garantizar la cobertura de la demanda con muy diversas configuraciones de los mix tecnológicos empleados, y que de cara al año 2050, los costes asociados a la cobertura de la demanda con energías renovables serían significativamente inferiores a los de seguir con un sistema de generación eléctrica dependiente de combustibles fósiles y nucleares.

En el estudio Energía 3.0 se acometen las siguientes fases en este proceso de análisis, pasando a evaluar las posibilidades de proporcionar la cobertura del total de la demanda del sistema energético (es decir, no tan solo el sistema eléctrico, sino el conjunto del sistema energético incluyendo los subsectores edificación, transporte, industria,…) con energías renovables, las contribuciones potenciales del despliegue de eficiencia e inteligencia por el sistema energético, y las implicaciones (en términos de consumo de recursos, emisiones de GEI y costes monetarios) de distintas trayectorias de transición desde el contexto tendencial (BAU)  al contexto sostenible que denominamos E 3.0.

Por lo que se refiere al potencial del despliegue de eficiencia e inteligencia por el sistema energético, tal y como nos muestra la siguiente figura, el contexto E 3.0 permite una gran reducción de la demanda de energía final (manteniendo y mejorando la accesibilidad a los servicios deseados), tanto respecto al escenario tendencial para el año 2050 como respecto al consumo actual de energía.

 



Por lo que se refiere a los costes monetarios, incluso considerando los costes promedio en el periodo considerado (2007 – 2050), la siguiente figura muestra la situación tremendamente más favorable del contexto E3.0 respecto al contexto tendencial (BAU), tanto si empleamos un sistema energético tendencial (BAU) para la cubrir la demanda BAU, como si empleamos un sistema de generación basado en energías renovables para cubrir la demanda BAU. La ventaja remanente desde el año 2050 en adelante es todavía mucho más importante que la ventaja promedio del periodo 2007 - 2050 reflejada en esta figura.





Otra conclusión importante del estudio Energía 3.0 es que la elección de la trayectoria para evolucionar desde el contexto tendencial hacia el contexto E 3.0 tiene muy importantes consecuencias, tanto sobre el consumo de recursos, como sobre las emisiones de GEI y sobre los costes monetarios, así como sobre las posibilidades de compatibilizar nuestro sistema energético con las condiciones de contorno que imponen los sistemas climático y económico, y por tanto, sobre las posibilidades reales de llegar a completar el proceso de transición.

En el estudio Energía 3.0 se han considerado tres trayectorias de transición posibles: Una transición responsable, en la que aceleramos en los primeros años el proceso de transición para poder reducir las tasas de cambio hacia el final del periodo considerado; una transición lineal con tasas de cambio constantes desde el año 2007 hasta el año 2050; y una transición retardada en la que las tasas de cambio al inicio del periodo de transición son muy bajas para dejar hacia el final del periodo considerado la implementación de tasas de cambio elevadas.

La figura siguiente muestra las implicaciones, a nivel de costes monetarios, de seguir cada una de las tres trayectorias de transición analizadas. Como puede verse, la trayectoria de transición retardada (e incluso la lineal), generan elevados picos de coste monetario del sistema energético en el interior del intervalo de transición (entorno a los años 2030 - 2035). Más allí del sobre-coste acumulado asociado a estos picos interiores de coste, la presencia de estos requerimientos extremos sobre el ya debilitado sistema económico actual (la trayectoria retardada tiene un coste en el año 2035 más que el doble del actual) actúan como barreras que hipotecan la capacidad de completar el proceso de transición por la debilitación de los sistemas económico y social que llevan asociadas.




Por tanto, el estudio Energía 3.0 nos permite extraer las siguientes conclusiones principales:
·         Sí que es posible hacer evolucionar nuestro sistema energético hacia la sostenibilidad cubriendo el total de la demanda con energías renovables.
·         El despliegue de eficiencia por el sistema energético es imprescindible para encaminarlo hacia la sostenibilidad, incluso si se emplean energías renovables para proporcionar la cobertura de la demanda.
·         El despliegue de inteligencia, tanto por el sistema energético como por los sistemas económico, político y social, son componentes imprescindibles para encaminar el sistema energético hacia una senda de sostenibilidad.
·         Un sistema energético eficiente, inteligente y basado en energías renovables proporciona beneficios muy importantes respecto a la evolución tendencial del sistema energético, tanto a nivel de consumo de recursos, como a nivel de compatibilidad con el sistema climático, y a nivel de costes.
·         La trayectoria que se siga para la transición desde el sistema energético actual al sistema energético E 3.0 tiene importantes consecuencias, tanto sobre el consumo de recursos, como sobre el impacto sobre el sistema climático y sobre los costes monetarios del sistema energético. Pero es más, el hecho de no seguir una transición responsable pone en serio riesgo las posibilidades de llegar a completar el proceso de transición como consecuencia de las fuertes solicitaciones sobre los sistemas ambiental y económico que aparecen en el interior del proceso de transición.
·         El emprender una trayectoria de transición responsable requiere que las mayores tasas de cambio se introduzcan en los primeros años del periodo de transición (hasta los años 2015 – 2020), y por tanto, resulta crítico que se articule el proceso de cambio YA. Los retrasos en emprender este proceso de cambio por una trayectoria responsable los vamos a pagar MUY caros.

En la web dedicada al estudio Energía 3.0, además de poder acceder al informe completo, se encuentran un informen resumen,  una recopilación de ideas clave, y una explicación gráfica de los principales conceptos del informe.

La maduración del sistema económico

El sistema económico se encuentra en el núcleo de nuestra estructuración como sociedad, y sin duda es en gran medida responsable de los procesos de crisis que se están desencadenando (ambiental, social, humana, financiera,…).

La errónea elección de los indicadores en torno a los cuales edificar todo el sistema económico es, tal y como comentábamos en el anterior post dedicado al PIB,  una de las causas de los impactos negativos del sistema económico sobre nuestra sociedad, pero es necesaria una reconversión estructural del sistema económico, más allí de los indicadores que empleemos para evaluarlo, y más allí de las formas y apariencias, a fin de conseguir alinear el sistema económico para que desempeñe su función original de contribuir al bien común en lugar de constituirse como una barrera para alcanzar este objetivo.

Pero la realidad hasta la fecha es que la estructura del sistema económico se nos ha presentado como inamovible, a modo de un ente esclavizante al que no sólo debemos someternos sino que además debemos cuidar pagando cualquier precio para mantener su salud (aunque sea a pesar de la nuestra).

Los economistas, como colectivo, han adquirido una importante deuda y responsabilidad social histórica por no haber sido capaces de cuestionar y promover alternativas al dogma establecido del sistema económico imperante, impidiendo que los impactos del sistema económico actual se hayan extendido hasta los límites que han alcanzado. Todavía recuerdo mi incredulidad e indignación en las clases de macroeconomía en la universidad, al constatar la aparente inconsciencia y devoción dogmática con la que, en base a unas hipótesis incompletas e inconsistentes con la realidad del conjunto de la sociedad y el Planeta, el profesorado llegaba a las inamovibles conclusiones que perpetuaban la estructura y consecuencias del sistema económico establecido de forma incuestionable. Más recientemente, también he experimentado la decepción experimentada al asistir a charlas de supuestos economistas alternativos y salir con impresión que realmente no tenían elaborada alternativa sólida alguna, y que su discurso se limitaba a airear tópicos y banderas ya bien argumentadas por otros colectivos (como el ecologista), pero sin proporcionar el soporte económico que permitiera establecer unas bases sólidas sobre las que empezar a edificar un sistema económico alternativo al servicio del conjunto de la sociedad.

Quizás hay bastante de cierto en esa frase que escuchamos con cierta frecuencia de que ‘la economía es algo demasiado importante para dejarla en manos de los economistas’, o por lo menos, lo que parece bastante claro es que se requiere una participación importante de la sociedad para arraigar las bases del sistema económico y encauzar su evolución de tal manera que sirva a la sociedad en lugar de establecerse como una barrera insalvable para la evolución favorable del sistema social.

Afortunadamente en los últimos años, y probablemente en gran medida espoleados por los procesos de crisis profunda que estamos atravesando, empieza a aflorar el trabajo de algunos economistas y socio-economistas responsables que indican el inicio del sendero de maduración del sistema económico.

Por un lado, tal y como apuntábamos en el post anterior, encontramos las contribuciones de los premiso Nobel de economía  Joseph Stiglitz y Amartya Sen, así como de Jean-Paul Fitoussi, para destapar el fetichismo entorno al PIB y apuntar a la imperiosa necesidad de establecer nuevos indicadores que reflejen la evolución y maduración real del sistema económico.

Por otro lado, empezamos a asistir a la elaboración de teorías y articulación de implementaciones prácticas de sistemas económicos alternativos, como el estructurado en torno al concepto de la ‘economía del bien común’ (video con exposición de Christian Felber, web con referencia al libro de próxima publicación en español). Esta teoría empieza por proponer a nivel macro un nuevo indicador alternativo al PIB (aunque probablemente le falte elaboración), y a nivel micro propone una matriz de desempeño para medir la contribución a la economía real de las empresas, y la articulación de una serie de mecanismos y reglas de juego para que las fuerzas del mercado se alineen con el interés de la economía del bien común en lugar de estar alineadas con la generación de beneficios de unos pocos a costa del impacto sobre los otros y de esquilmar los recursos disponibles del conjunto. A nivel individuo, sin embargo, probablemente cae en el mismo error que supone a nivel macro fijarse tan solo en el PIB, y se centra en aspectos de retribución monetaria sin adoptar una perspectiva global más holística que persiga evaluar globalmente la huella socio-económica del individuo.

Y desde otro frente, más próximo a la socio-economía, impulsados por las capacidades que brinda la web 2.0 y las redes sociales para articular formas de interacción más inteligentes, favorecidos por la crisis y desengaño hacia el modelo económico establecido del híper-consumo (y a los sistemas político, económico y financiero que lo han soportado), y alimentados por el deseo latente (significativamente reprimido en la era del híper-consumo) de participación de los individuos y articulación de la comunidad, estamos asistiendo al despegar y articulación de enfoques de consumo colaborativo con una gran capacidad de mejorar la accesibilidad a los servicios realmente demandados (en contraste a la acumulación de productos consumidos), al mismo tiempo que dejan aflorar un potencial de beneficio compartido capaz de articular modelos de negocio que, estando alineados con los requerimientos de sostenibilidad, proporcionen potencial de beneficio a las empresas y la sociedad simultáneamente. Dos referencias relevantes en este sentido son 'The Mesh. Why The Future of Business is Sharing',2010, de Lisa Gansky (http://meshing.it/), y 'What's Mine Is Yours: The Rise of Collaborative Consumption', 2011, de Rachel Botsman y Roo Rogers (http://collaborativeconsumption.com/).

Yo estoy viviendo con optimismo el despliegue de estas nuevas sendas, y también los procesos de articulación social que en paralelo les están acompañando, aunque en este caso tengo que reconocer que también con cierta preocupación de que no nos pase aquello de que ‘los árboles no nos dejen ver el bosque’, y es que mi percepción es que justo en este instante de tiempo no estamos en condiciones de poder permitirnos los retrasos asociados a falsos espejismos en el camino, a pesar de que puedan constituir una senda de maduración social.

En efecto, en este momento creo que no se trata tan solo de dar 'pinceladas', sino de cambiar fundamentos, y si bien es cierto que con muchas pinceladas coherentes se acaba elaborando el cuadro deseado, también lo es que tenemos cierta facilidad para que algunas pinceladas nos hagan olvidar o perder de vista el cuadro global: Elementos de consumo colaborativo como inventarnos una moneda local complementaria, o integrarnos en un sistema de trueque o banco de tiempo, son medidas que pueden ser estupendas en sí mismas y como elementos de articulación de mecanismos de cambio y de maduración de la sociedad, y que a menudo son las únicas sobre las que podemos ejercer una influencia directa y personal para empezar a articular el proceso de cambio, pero a estas alturas debemos evitar tomárnoslas como bálsamos de nuestra conciencia, no vaya a ser que con el resto de nuestra actividad económica con impacto real en el planeta (trabajo, créditos, manejo de bienes,...) empujemos en dirección contraria, y perdamos de vista que lo que hay que cambiar son las bases del sistema que determina el grueso de nuestro impacto económico.

martes, 1 de mayo de 2012

Crisis y crecimiento económico: ¿confundiendo causas con efectos?

Deberíamos aprovechar la situación actual de crisis que estamos atravesando para re-estructurar nuestros sistemas y establecer las bases que eviten que episodios como este, o incluso considerablemente peores, se desplieguen en el futuro.

Sin embargo, para ello parece imprescindible el acertar con el diagnóstico de las causas y los orígenes, y lamentablemente, a la vista de las señales que nos llegan desde nuestros políticos parece que todavía estamos lejos de esta situación.

Uno de los elementos básicos es cómo evaluamos nuestro estado de desarrollo o evolución como sociedad, y qué requerimientos tiene el sistema económico que configuramos para mantenernos en la evolución deseada.

El PIB (producto interior bruto) es el principal indicador  empleado para medir el crecimiento económico, implícitamente asumiendo que este está relacionado con el desarrollo/evolución de nuestra sociedad, y el sistema económico que hemos estructurado es tal que requiere de un crecimiento continuo del PIB para funcionar 'correctamente', esto es, para dirigir la evolución de nuestra sociedad en la dirección 'deseada'.

Sin embargo, este punto de partida entorno al cual estructuramos actualmente nuestros sistemas económico, político y social presenta grandes lagunas estructurales que condicionan tanto el desarrollo/evolución de nuestra sociedad, como incluso la capacidad de diagnosticar las causas que nos condujeron a la situación de crisis, y por tanto nuestra capacidad de acertar en las medidas para salir de ella.

Una de estas lagunas es el requerimiento de nuestro sistema económico de evolucionar con tasas positivas y mantenidas de crecimiento, y por tanto con una estructura de crecimiento exponencial. Si el PIB de nuestra economía deja de crecer, nos dicen que entramos en 'recesión' y que estamos en crisis, y la mayoría de las medidas que se articulan para salir de esta situación van dirigidas a producir un crecimiento del PIB.

Sin embargo, es bastante evidente que en un entorno (planeta Tierra) con una cantidad de recursos finitos, el crecimiento exponencial es IMPOSIBLE de mantener, y por tanto mientras nuestro sistema económico esté estructurado entorno a la premisa del crecimiento exponencial mantenido, estamos abocados al colapso de dicho sistema, atravesando sucesivos periodos de crisis con intensidad incremental. El hecho de que en el pasado/presente se pudieran mantener en algunos países estas tasas de crecimiento constante del PIB, responde al hecho de lo alejados que se encontraban estas economías de los límites que nos imponen las condiciones de contorno en las que nos desarrollamos, y de que estos crecimientos estaban soportados por el uso de recursos propios y ajenos, es decir, que la huella ecológica asociada al desarrollo de estos procesos excedía la disponibilidad de recursos propios y echaba mano de recursos ajenos.

En el estudio Energía 3.0 publicado por Greenpeace se desarrolla una particular cuantificación de esta situación: Aunque en España disponemos de recursos renovables suficientes para cubrir toda nuestra demanda energética actual y del futuro cercano, si nos mantenemos en una senda de crecimiento continuo, eventualmente llegaremos a agotar todos nuestros recursos renovables, y por tanto, nuestro sistema energético, incluso si está basado en energías renovables, será insostenible.

De hecho resulta indicativo el hecho de que un sistema que requiere de un crecimiento exponencial para mantenerse nunca se llega a hacer mayor, y por tanto nunca constituirá un sistema maduro.

La otra gran laguna es la del propio indicador que empleamos para medir el desarrollo/evolución de nuestra sociedad: El PIB. Si este indicador está mal elegido y no es un buen indicador de lo que queremos medir, es decir, el crecimiento y bienestar de nuestra sociedad,  y dado que es el indicador por excelencia en el que se apoyan nuestros gobiernos para tomar las decisiones, nos encontramos ante la peligrosa situación de estar confundiendo causas con efectos, y por tanto disminuyendo de forma muy importante las posibilidades de que las medidas adoptadas nos saquen del periodo de crisis y nos encaminen hacia una senda de sostenibilidad.

Hasta muy recientemente, la hegemonía del PIB como indicador del estado de nuestra economía y bienestar ha sido muy poco cuestionada, limitándose la crítica a ciertos sectores con peso relativamente pequeño en los aparatos de toma de decisión. Sin embargo, desde que en el 2008 se lanzara la Comisión sobre la medida del crecimiento y el bienestar, impulsada por el gobierno Francés, y liderada por los premios Nobel de economía Joseph Stiglitz y Amartya Sen, así como la publicación en el 2011 del libro 'Mismeasuring Our Lives: Why GDP Doesn’t Add Up, Joseph Stiglitz, Amartya Sen and Jean-Paul Fitoussi', ha empezado a extenderse de forma significativa la concepción de que el PIB no resulta un indicador adecuado. Curiosamente, dado a las fuertes implicaciones políticas de qué es lo que debe incluirse en el indicador que represente de forma adecuada la evolución de nuestro crecimiento y bienestar, no está nada claro que sea posible el adoptar un indicador homogéneo para todas las economías del planeta, pero a nivel nacional, varios países están trabajando en su propio indicador para contribuir a guiar de forma más adecuada las políticas.

En este punto quería profundizar un poco en un aspecto que me parece muy importante, que es el acertar en la relación causa-efecto de los indicadores que empleamos para diagnosticar el estado de nuestros sistemas. ¿qué ocurriría si llegáramos a la conclusión de que en lugar de que el estancamiento actual del PIB sea la causa de la crisis que estamos atravesando, fue el crecimiento del PIB en el pasado el que nos condujo a esta situación de crisis? Probablemente las medidas que adoptaríamos para enfocar la salida de este episodio que estamos atravesando sería muy distintas a las que se barajan en la actualidad, destinadas a recuperar el crecimiento del PIB. En efecto, si ese crecimiento del PIB fue la causa que nos condujo a la situación actual, ¡vaya ganas de seguir alimentando el proceso para que el siguiente batacazo sea todavía más fuerte!

La figura mostrada a continuación pretende ayudar a ilustrar conceptualmente porqué podría darse el caso de que el uso del PIB para diagnosticar la situación actual y guiar las acciones de cambio, lejos de ayudarnos a salir del proceso de crisis, pueda contribuir a acentuarlo más.

La figura compara dos situaciones: a la izquierda lo que denominaremos un sistema económico NO inteligente, y a la derecha un sistema económico inteligente.

En términos del PIB (barra azul claro), el sistema NO inteligente tiene un desempeño significativamente superior al del sistema inteligente. Sin embargo, más allí de que el PIB no es un indicador completo del crecimiento y bienestar real de una sociedad, puede llegar a incluir con valoración positiva elementos que van en contra de ese crecimiento y bienestar real de la sociedad. Un ejemplo típico que se menciona para ilustrar esta situación es el correspondiente a la necesidad de remediar una catástrofe ambiental como un vertido masivo de productos tóxicos: En conjunto, el episodio de contaminación ambiental, presenta una contribución positiva al PIB por todas las actuaciones y servicios que desencadena para corregirlo, pero en balance neto, el impacto del episodio de contaminación ha sido negativo por reducir nuestros recursos, tanto económicos, como físicos, como de capital natural.

Otro claro ejemplo que se encuentra en las raíces del episodio de crisis que estamos atravesando en nuestro país es el despilfarro asociado a la construcción, bajo la burbuja inmobiliaria, de un parque de edificios de mala calidad y altamente ineficientes, que a pesar de haber constituido un despilfarro de recursos en el pasado y de hipotecarnos a unos elevados consumos energéticos en el futuro, en su momento fueron una de las principales contribuciones a las elevadas tasas de crecimiento del PIB que nos hacían creer que nuestro sistema económico funcionaba adecuadamente, pero que en el fondo, no eran más que un reflejo de la gestación del periodo de crisis que estamos atravesando.



En la figura de arriba, de forma cualitativa, se complementa el PIB con aquellas otras dimensiones que escapan al PIB para confeccionar un indicador completo de desarrollo económico y progreso social.

La primera de estas dimensiones sería el propio bienestar material que el PIB mide de forma incompleta, incorporando elementos no valorados por los mercados desde el punto de vista de la producción, y dándole una orientación desde el punto de vista de los ciudadanos en lugar del punto de vista de la producción valorada por los mercados que usa el PIB. En esta dimensión, la contribución del sistema económico NO inteligente sería negativa, al valorar parte de las externalidades asociadas a su impacto que escapan del valor del PIB, mientras que el sistema económico inteligente presenta una contribución positiva.

La segunda dimensión adicional sería la calidad de vida, asociada a las condiciones objetivas en que se encuentra la gente y a libertad para tomar las opciones que el sistema podría ofrecer. Incluye elementos como el acceso a la sanidad y la educación, la posibilidad real de elegir en temas como el trabajo o la vivienda, y elementos como la seguridad económica, entre otros. También en esta dimensión, mientras el sistema económico NO inteligente presenta un impacto negativo, el sistema económico inteligente sigue contribuyendo a su impacto total positivo.

Y la tercera dimensión sería la sostenibilidad, por lo que se refiere la variación de los stocks de capital humano, social y natural. Mientras el sistema económico NO inteligente merma estos recursos sin contabilizarlos en su indicador (constituyen externalidades), comprometiendo por tanto la posibilidad de mantener el bienestar presente durante las generaciones futuras, el sistema económico inteligente cuida y potencia estos stocks, posibilitando mantener los niveles de bienestar a lo largo del tiempo.

En definitiva, ,al sumar todas las contribuciones del indicador global de desarrollo económico y progreso social (parte inferior de la figura), vemos cómo el sistema económico NO inteligente presenta una contribución global negativa, lo cual, si fuera el caso, nos debería haber hecho pensar que esos años pasados de aparente bonanza económica, realmente constituían la gestación del episodio de crisis actual.

Al observar con una óptica completa las implicaciones del sistema económico NO inteligente, sacaríamos la conclusión de que nos está dirigiendo hacia una senda de crisis y eventual colapso total. Por contra, un sistema económico inteligente nos dirige hacia una senda de maduración y bienestar, en la cual la evolución natural conduce a hacerse mayores, sin ese requerimiento de crecimiento continuo y exponencial que caracteriza al sistema económico NO inteligente.

De todo esto podemos concluir la importancia de emplear los indicadores adecuados para evaluar nuestro desarrollo económico y progreso social, no vaya a ser que confundamos causas con efectos y nos dediquemos a incentivar medidas y estructuras que no hagan más que dirigirnos hacia episodios de crisis de mayor intensidad.


Responsabilidad social ciudadana

Enlace al post de la web de caciquismo:

https://sites.google.com/site/caciquismosierranorte/home/blog/responsabilidadsocialciudadana

¿Tarifas eléctricas inteligentes?

Enlace al post en el blog de la web dedicada a la sostenibilidad en la vivienda:

https://sites.google.com/site/sostenibilidadvivienda/blog/%C2%BFtarifaselectricasinteligentes

A modo de introducción: ¿porqué un blog?

Nuestro paso por este Planeta es relativamente corto, con una gran variedad de experiencias, situaciones y vivencias que nos generan sentimientos, pensamientos y reflexiones, que a menudo no encuentran el contexto para ser compartidos y pasan con nosotros sin ocasión de contribuir al conjunto.

La forma en que hemos ido evolucionando socialmente, a menudo no proporciona los puntos de encuentro espacio-temporal-anímico para que estos sentimientos, pensamientos y reflexiones puedan circular. Internet y la posibilidad de participar en su contenido que nos ha traído la web 2.0 proporciona una vía para reducir estas limitaciones, eliminando la necesidad de coincidencia espacio-temporal-anímica.

En mi etapa de profesor universitario, el mecanismo principal para compartir pensamientos y reflexiones con el resto de la sociedad era vía publicación en revistas científicas o actas de congresos. Sin embargo, y por lo que respecta a los aspectos relevantes para el resto de la sociedad, a menudo este proceso se me anojaba como estéril por los grandes periodos de retraso asociados y el limitado público que puede acceder a esa información. En las revistas nacionales, los tiempos de retraso son inferiores, pero las limitaciones de accesibilidad siguen existiendo. Sin duda, la publicación científica sigue jugando un papel muy importante en la construcción de la base del conocimiento científico, pero en la actualidad creo que hay una gran necesidad de sociabilizar los elementos más relevantes que se desprenden del proceso de evolución en el ámbito del conocimiento, pues muchos de los cambios necesarios requieren para su articulación una completa participación de la sociedad.

Como ejemplo, todavía recuerdo cuando durante los primeros años de este siglo se estaba estructurando lo que iba a ser el Código Técnico de la Edificación (CTE) y el procedimiento de Certificación Energética de Edificios (CEE), herramientas que tenían que haber jugado un papel fundamental en evitar que nuestro parque de edificios evolucionara en la dirección de convertirse en una lacra energética, condicionando fuertemente el consumo total de energía final en nuestro país durante las próximas décadas. Desde un principio había motivos más que fundamentados para sospechar que tanto el CTE como la CEE presentaban, tal y como se estaban configurando, limitaciones estructurales que condicionarían muy fuertemente su capacidad de contribuir al objetivo deseado. En esos primeros años de siglo, me dediqué a hacer estudios y elaborar publicaciones que argumentaran esta situación para contribuir al debate técnico y social relativo a la introducción de eficiencia en el parque edificatorio. Algunas de las publicaciones tardaron varios años en salir a la luz, de tal forma que cuando estuvieron disponibles, el CTE y la CEE prácticamente ya habían salido a la luz. Bien es cierto que los individuos e instituciones encargados de desarrollar el CTE y la CEE tuvieron conocimiento mucho más temprano de esos estudios, pero no entraba dentro de su esquema el incorporar o considerar otras perspectivas distintas a la suya, y lo que claramente fallaron son los elementos de control social del desarrollo de este proceso, que brillaron por su ausencia, tanto como consecuencia de la falta de sociabilización de la información disponible como del escaso espíritu crítico. En estos enlaces puede accederse a algunos de los artículos e informes relativos a este tema:
https://sites.google.com/site/xaviergarciacasals/documentacion/articulos-revistas
https://sites.google.com/site/xaviergarciacasals/documentacion/articulos-congresos
https://sites.google.com/site/xaviergarciacasals/documentacion/informes-publicos

En la medida en que la disponibilidad de tiempo me lo permita (Web 2.0 no ha eliminado este requisito), voy a intentar mejorar las posibilidaddes de compartir esos pensamientos y reflexiones, y para ello las opciones que ofrece la web 2.0 son sin duda de las más agiles.

Otros canales para apoyar este proceso de sociabilización que he ido empleando y a los que en ocasiones me referiré en este Blog son los siguientes:

En esta web puede encontrarse información sobre reflexiones asociadas a las 4 dimensiones de sostenibilidad correspondientes a coger 'por los cuernos' el sector de la construcción con todas sus consecuencias, la monitorización de variables climáticas y de desempeño energético de la vivienda, abundante información técnica (estudios de acceso público) relativa a la valoración de distintos componentes de sostenibilidad, y mucho más.

Esta web es un  espacio destinado a evitar uno de los pilares en los que se fundamenta el arraigo del caciquismo en nuestro sistema político-social: La limitación en el flujo transparente de la información. Se centra principalmente en la zona de la Sierra Norte de Madrid que es la región en la que habitamos, pero sin duda su concepto y contenidos sería extrapolable a la gran mayoría de la geografía de nuestro país. En esta web aparece documentada nuestra vivencia directa con el caciquismo y sus redes clientelares, en lo que consideramos la cuarta (BIO4) y probablemente de las más importantes dimensiones de sostenibilidad asociadas a la vivienda.
Esta web está  relacionada con los aspectos más relacionados con mi actividad profesional, entorno a las temáticas de las energías renovables, la simulación energética de edificios y la sostenibilidad. En ella puede accederse a abundante material técnico en estas temáticas de acceso público.