jueves, 12 de octubre de 2017

Los derechos a decidir y autodeterminación como libertad fundamental

Creo que todavía hay una gran mayoría de la sociedad española (el grueso de los de tendencia política de derechas y centro, así como una parte significativa de l@s de izquierda e incluso de es@s que dicen que con ell@s de lo derechas e izquierdas ya les resbala) que todavía tienen dificultades para entender, respetar y empatizar con el sentimiento ‘separatista’ del pueblo catalán, y por tanto para entender y respetar lo que pasó el 1-O (y todo lo que hay detrás). Y aquí me refiero a elementos más estructurales que la manipulación extrema de la prensa española (que desde luego no ayuda para nada, pero no deja de ser un síntoma del estado de desarrollo social: Probablemente, igual que con los políticos también sea cierto en cierta medida para la prensa eso de que un pueblo tiene la que se merece…)
Así que voy a compartir una analogía que en ocasiones he usado para abrir una puerta que facilite conectar emocionalmente un poco más con el sentir de una buena parte del pueblo catalán detrás de lo que ha sucedido y está sucediendo estos días. Por supuesto, la analogía no es ni mucho menos completa, y hay muchas más dimensiones, pero lo fundamental es intentar abrir una ventana a la empatía.
Imagínate que formas parte de una pareja (podríamos hablar de matrimonio para hacerlo más tradicionalista y alineado con la actitud arcaica del gobierno español…) y eres víctima de maltrato. Tu pareja lleva tiempo infringiéndote violencia tanto física como psicológica.
Tus vecinos y familiares también llevan sobre sus espaldas responsabilidad de una buena parte de esa violencia, por continuamente y sistemáticamente despreciar tus sentimientos al respecto y pretender minimizar continuamente lo que TU estás experimentando y sintiendo (¿os reconocéis algunos españoles en este papel?), proporcionando por tanto la cobertura social para que esta situación de maltrato se mantenga en el tiempo.
Un buen día, y contra todos los elementos del contorno, dices que ‘basta es basta’ y ejerces tu derecho de libertad fundamental para decidir separarte. Seguramente, hasta le deseas al otro lo mejor en su camino, y que a lo largo de esta vida sea capaz de evolucionar y crecer. Probablemente, durante todos estos años pasados ya has intentado ayudarle a evolucionar a costa de sufrir esa violencia. Pero tú tienes tu propio camino a recorrer y nadie tiene derecho a arrebatarte tu libertad a decidir, ni a forzarte a permanecer bajo su yugo.
Pues resulta que viene tu pareja (y el resto de familia y amigos de esta) y te dicen que no, que tú no tienes derecho a decidir sobre tu libertad, que va contra la ley. Que esta decisión corresponde tomarla a todos, y como tú eres minoría y el resto opinan que tu obligación es quedarte al lado de tu pareja y aguantar (católicamente… o según el islam), pues que no te puedes separar, y por cierto… Ya basta de lloriquear!
Bueno, no está tan lejos en el tiempo dentro de la sociedad española que estas situaciones de maltrato eran aceptadas y consentidas socialmente tal y como describimos arriba. Hoy ya no tienen licencia social (al menos oficialmente no se las acepta), aunque a la vista de los casos de maltrato que siguen salpicando nuestra sociedad, probablemente el quiste/tumor todavía esté lejos de saneado. Por tanto, si esta es la situación en el caso de las parejas, que será cuando se trata de relaciones entre pueblos, que quedan más lejos del pellejo de cada cual por la impersonalidad de la que se tiñen, y requieren un desarrollo superior para darse cuenta que uno no solo consiente sino que forma parte de esa estructura de maltrato.
En ocasiones, al compartir esta analogía ha surgido el ‘pero’ de decir que no es lo mismo en el caso de un pueblo que de una pareja, pues en el caso de la pareja es un solo individuo, y el pueblo son muchos individuos y parte de ellos lo ven de forma distinta. Pero si piensas sobre ello, verás que no es tan distinto: Por un lado, la sociedad es un ‘animal’ más, cuyo criterio se rige por la mayoría de las opiniones de sus miembros. Por tanto, cuando un pueblo dice que quiere separarse es porque la mayoría de los individuos del mismo han tomado esta decisión. Y por otro lado, las personas están formadas por muchas células, y en el caso del miembro de una pareja que decide separarse hay muchas de estas células que son de otra ‘opinión’, como toda esa comunidad que canaliza el miedo y que le dice ‘mejor no hagas ruido que se pondrá peor’, o incluso esas células de la piel que todavía tienen gravado la atracción que algún día sintió por su pareja para decidir andar parte del camino juntos…
Ojala que esta puerta a la empatía y la experiencia que estamos viviendo estos días con el pueblo catalán te permitan crecer en tu sensibilidad hacia otros pueblos. Viene tiempos globalmente muy difíciles de navegar y sin grandes dosis de empatía y sensibilidad entre pueblos lo tenemos realmente muy negro para no hundirnos. No te engañes: si careces de empatía con tu pueblo vecino, no pretendas que la tienes o la vas a tener con pueblos más lejanos.   

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