Hace ya algún
tiempo que me rondan por la cabeza algunas reflexiones relativas al autoconsumo
y balance neto (AC&BN) sin conseguir encontrar tiempo para compartirlas.
En principio,
desde su inicio he visto con buenos ojos el despliegue de la estrategia de
AC&BN por la capacidad que ha demostrado de contribuir a articular la
participación social en la definición del sistema eléctrico, aunque no hay que
perder de vista que este no es el interés que está detrás de todos los
impulsores del AC&BN.
Sin embargo, debo
admitir que tal y como he visto desplegarse la estrategia de AC&BN también
me ha generado cierta preocupación sobre la posibilidad de que nos pase eso de
que ‘los arboles no nos dejen ver el bosque’, lo cual podría conducir a un
retraso adicional en el proceso de transición del sistema energético.
En efecto, creo
que es importante no dejarse confundir por apariencias que incentivan el
sentimiento de ‘autosuficiencia’, haciéndonos perder de vista la realidad del
sistema energético total y de nuestra corresponsabilidad en él y en su
sostenibilidad, y más cuando esa ‘autosuficiencia’ tiene realmente un carácter
muy parcial, limitándose a un porcentaje relativamente pequeño de la huella
energética del edificio, que a su vez constituye una parte relativamente
pequeña (y tanto más a medida que se despliega el potencial de eficiencia en
los edificios) del total de la huella energética de las personas que ocupan ese
edificio. Más aún, estas apariencias pueden inducirnos a pensar que estamos
abriendo una dimensión o frente totalmente nuevos, perdiendo la perspectiva de
que básicamente seguimos trabajando en la misma dimensión que en la de los
últimos años de incentivación de la generación renovable, y que en este
contexto es importante mantener la continuidad con el recorrido anterior para
asegurarnos de que avanzamos hacia delante en lugar de reinventar la rueda, y
para tener una clara conciencia de las nuevas dimensiones que todavía nos quedan
por explorar.
Hasta el año
2012, el mecanismo que teníamos en España (FIT: feed in tarif) para impulsar la
transición del sistema energético hacia las renovables era el de proporcionar
unas primas a la generación renovable, que permitieran a las distintas
tecnologías avanzar por su curva de aprendizaje, reconociendo el valor
adicional que proporciona esa generación renovable y que no es capturado por el
precio asignado en el mercado eléctrico. El FIT
ha mostrado ser eficaz para iniciar el proceso de transición, tanto en
España como en otros países donde se ha aplicado, si bien, al igual que
cualquier otro mecanismo de apoyo a la transición (como el AC&BN) requiere
de una gestión inteligente para que alcance su objetivo haciendo un uso óptimo
de los recursos. La gestión que se ha hecho en España del FIT es bastante poco
inteligente, tanto por su incapacidad de acompañamiento a la evolución de las
distintas tecnologías por su curva de aprendizaje (con lo que ello conlleva de
ineficiencia en el uso de los recursos disponibles), como por la incapacidad de
producir una potenciación paralela de las distintas tecnologías importantes
para configurar un mix energético renovable, así como por el caos legislativo y
regulatorio que ha llevado asociado. No es el mecanismo, sino la gestión que se
hace del mismo lo que falla.
No nos engañemos,
como mecanismo de transición hacia un sistema energético basado en renovables,
tanto el FIT como el AC&BN pueden ser equivalentes siempre y cuando estén
bien regulados (de hecho el AC&BN puede introducir más limitaciones que el
FIT desde la perspectiva del conjunto del sistema energético), y es
precisamente aquí donde sigue estando el caballo de batalla.
En efecto, desde
un punto de vista físico, y a nivel edificio, no hay gran diferencia entre la
situación que teníamos con el FIT y a la que tendríamos con el AC&BN: En
condiciones de simultaneidad de producción y consumo, en ambos casos se realiza
un autoconsumo de la generación distribuida, con la pequeña diferencia de que
la generación se introduzca en la línea de consumo después o antes del armario
de conexión a la red y contadores, y en ausencia de simultaneidad de producción
y consumo se produce un intercambio con la red de distribución (balance neto o
no), tal y como muestra la Figura-1, abasteciendo mayoritariamente la demanda
de los edificios en el entorno de la instalación (generación distribuida).
Figura-1: Esquemas de generación distribuida
ligada a los edificios con el esquema de venta de electricidad a tarifa (FIT) y
de autoconsumo con balance neto.
La diferencia
fundamental está en que en el caso de FIT la energía que autoconsumimos nos la
vende la compañía comercializadora a un precio, que ya en la actualidad puede
ser significativamente superior a la remuneración que recibimos por la venta de
la generación renovable (FIT), situación que se acentúa más a medida que
aumenta el nivel de eficiencia del edificio en el que se encuentre ubicada la generación distribuida.
Como ejemplo os
muestro la situación de la instalación fotovoltaica que tenemos en casa
(Figura-2). Se trata de una de las primeras instalaciones acogidas al RD
1578/2008 en el que se redujeron significativamente las tarifas para la
fotovoltaica, se introdujo el registro de pre asignación de retribución y se
establecieron cupos a la potencia a instalar. La instalación realmente se
realizó bajo el contexto del RD 661/2007 (y por tanto con precios de inversión
correspondientes a la mayor retribución que asignaba ese RD), pero debido a que
un vendaval tumbó el cobertizo solar, fue necesario reconstruirlo y pasó a ser
una de las primeras instalaciones bajo el RD 1578/2008. Dado el cambio del
contexto regulatorio, me encargué de realizar todas las gestiones
administrativas para tomar el pulso a las implicaciones del nuevo contexto,
confirmando de primera mano lo que ya se intuía como un despliegue desmesurado
de burRocracia (y la segunda ‘R’ resulta indispensable para la adecuada
descripción del proceso).
Figura-2: Instalación fotovoltaica conectada a la
red que tenemos en casa.
La instalación
fotovoltaica se encuentra situada en una vivienda bioclimática y bioconstruida
con un nivel de eficiencia significativamente superior a las exigencias
regulatorias. Más información sobre la vivienda puede encontrarse en este sitio
.
La vivienda
cuenta con un contrato de suministro eléctrico en condiciones de mercado libre
(no TUR), si bien es cierto que seguimos siendo consumidores cautivos como
consecuencia de nuestra implicación en la lucha contra el caciquismo municipal,
pero esto es otra historia…(¿o no?). La Figura-3 recoge la estructura de la tarifa del
contrato de suministro eléctrico correspondiente a esta vivienda.
Figura-3: Estructura de la tarifa de suministro
eléctrico que tenemos en casa.
Hay varios elementos que resulta interesante
resaltar de esta Figura-3:
·
La
estructura tarifaria actual no incentiva el despliegue de eficiencia
energética, de tal forma que cuanto menor el consumo eléctrico, mayor el precio
de cada unidad de electricidad, creciendo dicho precio de forma muy acusada al
desarrollar el potencial de eficiencia en el sector edificación.
·
Por
lo que respecta a la incentivación de la generación distribuida con renovables,
para el caso de nuestra casa, con un consumo relativamente bajo, tal y como
puede apreciarse en la Figura-3 el precio de cada unidad de electricidad que
nos vende la compañía comercializadora (47 c€/kWh) es significativamente
superior a la retribución que recibimos por cada unidad de electricidad
renovable que inyectamos a la red (33 c€/kWh). Esta diferencia se ha ido
acentuando a medida que se fue reduciendo la retribución fotovoltaica: En
nuestro caso recibimos la FIT_xavi (33 c€/kWh), que es la que existía cuando
entró en vigor el RD 1578/2008, mientras que la última FIT disponible para la
fotovoltaica integrada en edificación es la que se muestra en la Figura-3 como
FIT_2012 (26 c€/kWh).
·
El
peso relativo del término fijo de la tarifa eléctrica crece a medida que se
incrementa el nivel de eficiencia. Para el caso de nuestra vivienda, el término
fijo de la tarifa representa más del 50% del coste total de cada unidad de
energía, peso que se irá incrementando a medida que aumente el nivel de
eficiencia.
El término fijo
de la tarifa es el que en principio se considera que debería seguir pagando un
usuario bajo el contexto de AC&BN, existiendo incluso voces que defienden
la necesidad de incrementarlo en base al argumento de que existe un desajuste
entre la fracción de costes fijos del sistema eléctrico y los costes fijos
reflejados por la tarifa. Los costes fijos del sistema eléctrico son del orden
del 50% de los costes totales, y en el caso de edificios con un consumo
eléctrico elevado en relación a la potencia instalada es cierto que el término
fijo de la tarifa representa un porcentaje inferior (por ejemplo, si en nuestra
casa consumiéramos 30 kWh/d, el término fijo de la tarifa representaría un 22%
del total), y en este caso parte de los costes fijos del sistema se cubrirían
con el término variable de la tarifa. Pero tal y como muestra la Figura-3, esta
situación se invierte a medida que se despliega eficiencia en los edificios.
Por lo que
respecta a la dimensión económica, tanto la FIT como el AC&BN se apoyan en
establecer contextos que permitan viabilizar económicamente esas instalaciones
de generación renovable con una gran concentración de los costes en su ciclo de
vida situados en la inversión inicial. La FIT busca directamente proporcionar
una rentabilidad suficiente a esa inversión mediante la retribución de la
electricidad generada y está directamente relacionada con cada una de las
tecnologías que se quieren potenciar (la FIT varía de tecnología a tecnología),
y el AC&BN también pide ese apoyo económico de forma indirecta mediante la
compensación de consumos y de forma más directa mediante el establecimiento de
acuerdos de ‘balance neto’ que permitan valorar la generación excedente a un
precio superior al del mercado mayorista. Resulta relevante destacar que el
AC&BN deja de estar vinculado a las distintas tecnologías, y por tanto
pierde la capacidad de incentivar aquellas tecnologías que se consideren
relevantes desde la perspectiva de la sostenibilidad del sistema energético
total, al mismo tiempo que se apoya en la incentivación diferencial e
incompleta que el FIT ha realizado sobre las distintas tecnologías hasta fecha
de hoy.
Por tanto, vemos
cómo independientemente de que se trate de un mecanismo FIT o de uno AC&BN,
el reto fundamental es el mismo, esto es, articular una regulación inteligente
que permita desplegar la eficiencia y transición hacia un sistema basado en
renovables: Procedimientos administrativos adecuados (eliminar la burRocracia),
valores de FIT suficientemente elevados para reconocer el valor de la
generación distribuida con renovables al mismo tiempo que haciendo un uso
óptimo de los recursos, o mecanismos de balance neto y pago de peajes
adecuados.
Otro aspecto que me
preocupa son las implicaciones del concepto ‘balance neto’ en relación con la
realidad de nuestra huella energética. Para el caso del autoconsumo, el
‘balance neto’ a veces suena como un elemento de negociación para tranquilizar
a otros actores del sistema eléctrico mediante el acotamiento implícito de la
potencia a instalar, de tal forma que la aportación total del generador
distribuido quede por debajo del consumo eléctrico del edificio (más o menos
por debajo según las restricciones que se adopten para definir las condiciones
de balance neto). Pero va más allí de esto, e incluso la Directiva sobre el
desempeño energético de los edificios (2010/31/EU) hace hincapié en los
edificios de consumo casi-nulo, que deberían ser el estándar en la UE a partir
del 2021 (a pesar de que la propia Directiva no aclare en qué consisten
exactamente), y que incorporan el concepto de compensación de consumo con
generación renovable asociada al propio edificio. Es decir, que hay una fuerte
tendencia a centrarse en el edificio como unidad de compensación energética, lo
cual a mi juicio tiene los siguientes inconvenientes:
·
El
despliegue de eficiencia en los edificios tiene el potencial de producir una
gran reducción de la demanda energética de los mismos (ver cuantificaciones
potencial eficiencia del sector edificación en informe Energía 3.0. La realización de este potencial debería ser el objetivo, en lugar de la
compensación de su consumo mediante generación renovable distribuida. Por
tanto, si partimos de que dicho potencial se despliega, la generación
distribuida asociada al concepto de balance neto a nivel edificio puede
resultar bastante limitada en relación al conjunto de necesidades del sistema
energético.
·
A
nivel de interacción eficiente de la demanda de los edificios con el sistema
energético, hay opciones de generación renovable distribuida que pueden ser
significativamente más eficientes que la integración de generación renovable en
el propio edificio.
·
El
consumo de energía de los edificios tan solo constituye una parte de la huella
energética de las personas que ocupamos estos edificios. A modo de ejemplo, la
Figura-4 recoge la monitorización de los principales componentes de la huella
energética en nuestra casa, junto a la contribución de la generación
fotovoltaica asociada a este edificio. Como puede apreciarse, si bien la
generación fotovoltaica es superior al consumo eléctrico de la casa, pero
representa una fracción relativamente pequeña del conjunto de la huella
energética. La Figura-4 también muestra como mejoraría el balance cuando
podamos electrificar la componente del transporte, en cuyo caso la generación
fotovoltaica ya conseguiría compensar todas las componentes de nuestra huella
energética recogidas en la Figura-4. (más info en este enlace).
Figura-4: Evolución de algunos componentes de la
huella energética (energía final) de nuestra casa.
De hecho, el
acotamiento implícito en la capacidad de generación distribuida que plantea la
aproximación del balance neto, además de introducir una gran limitación en el
alcance de la cobertura de la huella energética, también corta de raíz la
posibilidad de que los 'pioneros' en el impulso de la transición cubran con sus
instalaciones parte del consumo de sus vecinos (consumo local) que no instalan generadores
renovables en sus edificios, frenando por tanto la velocidad de transición.
Además, tanto el
FIT como el AC&BN son mecanismos bastante limitados por lo que respecta a
asumir el grueso de las responsabilidades del sistema energético: Es decir, son
válidos como procesos de inicio, pero no como situación definitiva.
En efecto, el FIT
conduce a instalaciones de generación renovable que no asumen responsabilidad
alguna sobre los requerimientos de regulación del sistema eléctrico. De hecho,
el único mecanismo que permitía asumir parcialmente parte de estas
responsabilidades, que era la posibilidad de operar con retribución a precio de
mercado + prima (en lugar de una tarifa fija) ha sido eliminado de cuajo por el
RD-L 2/2013 de este mismo mes de febrero.
Por su parte, el
AC&BN, si bien representa un paso adelante en lo relativo a asumir
responsabilidades de acoplamiento con la demanda (potencia que la demanda del
edificio en el que se encuentra la instalación se desplace para acoplarse a la
capacidad de generación con el fin de maximizar el beneficio económico) dentro
de la frontera del edificio, pero sigue sin asumir responsabilidades más allí
del propio edificio: Pensemos por un momento qué sucedería en el caso límite de
un gran despliegue de autoconsumo monotecnológico (por ejemplo fotovoltaico, en
base al buen posicionamiento de costes que los esquemas FIT han permitido
alcanzar a esta tecnología), con una gran simultaneidad de la producción de
excedentes, y dónde por tanto resultaría difícil encontrar edificios con
capacidad de absorber la demanda excedente de los generadores distribuidos, de
tal forma que en la práctica se anularía la posibilidad del balance neto.
Es decir, si bien
para las etapas iniciales de la transición energética ambos mecanismos (FIT y
AC&BN) son adecuados y de hecho resultan bastante equivalentes cuando se
regulan con inteligencia, pero ninguno de ellos proporciona el contexto para
encauzar y completar dicha transición.
Por tanto, creo
que en la medida de lo posible es necesario trascender a los planteamientos del
autoconsumo con balance neto, dirigiendo los esfuerzos hacia la estructura del
mercado eléctrico y de las tarifas de consumo, que son los que marcan las
posibilidades e implicaciones de la relación de la demanda (es decir, nosotros)
con las compañías comercializadoras y con el sistema eléctrico, y que
constituyen el núcleo dónde activar la participación de la demanda en el
sistema y de canalizar la interacción de señales de precio entre el sistema y
los usuarios.
De hecho, aunque
el contexto actual resalte el autoconsumo vinculado a la autogeneración, y a
través de él se pueda contribuir a empezar a articular la sociedad para ejercer
su responsabilidad sobre la configuración y operación del sistema eléctrico,
deberíamos empezar a dirigir la atención hacia el hecho de que antes del
autoconsumo ya teníamos disponible la AUTOdemanda. De hecho, desde siempre la
demanda ha sido AUTOdemanda, y es realmente en esta dimensión dónde se
encuentra el poder real de la sociedad para influir en la configuración y
operación del sistema.
En efecto, si
bajo el concepto de autoconsumo podemos aspirar a introducir en unos años del
orden de 2 GW de potencia de generación distribuida, como demanda disponemos ya
de una potencia superior a los 100 GW (del orden de 45 GW sería la potencia
pico actual de la demanda, pero bajo una acción coordinada, la potencia
disponible desde la demanda es considerablemente superior) que es el total de
la potencia instalada en nuestro sistema eléctrico. Y esta demanda, articulada
mediante mecanismos (técnicos, administrativos y económicos) inteligentes puede
actuar como centrales virtuales con capacidad de facilitar la integración
eficiente de la generación renovable en el sistema eléctrico, ejerciendo una influencia
muy superior sobre la definición y operación del sistema de lo que puede
proporcionar el autoconsumo, y con un modo de participación que está al alcance
de todos y cada uno de los usuarios del sistema eléctrico (lo cual no sucede
con la generación distribuida). De hecho, bajo esta perspectiva de articulación
de la participación de la demanda se pueden alcanzar formas de ‘autoconsumo’
más avanzadas en las que se trasciende la frontera física del edificio para
abarcar la del conjunto del sistema energético, y dónde el consumo en un
edificio concreto puede quedar directamente vinculado y responder a las
necesidades de una instalación de tecnología renovable situada en un
emplazamiento distinto, permitiendo alcanzar niveles de eficiencia
técnico-económica muy superiores, tanto por ampliar el abanico de tecnologías
renovables involucradas (diversidad), como por acceder a mejores emplazamientos
y por permitir la optimización del tamaño de las instalaciones. De hecho, este
escenario donde se comparten las instalaciones de generación renovable entre
distintos usuarios, así como la responsabilidad por la operación del conjunto
del sistema, realmente parece mucho más avanzado en términos de sostenibilidad
que el de tener cada uno en su tejado su instalación y de desprenderse de la
parte de responsabilidad compartida por la operación del conjunto. En efecto,
las aproximaciones colaborativas ofrecen mucho más potencial de transición
hacia la sostenibilidad que las aproximaciones individualistas, que por otro
lado se encuentran en la esencia de la estructura que nos ha conducido hasta la
situación actual.
Ya hace mucho
tiempo que podríamos haber empezado a exigir y reclamar la incorporación de la
gestión de la demanda, mediante su agregación con mecanismos inteligentes (así
como estructuras regulatorias y tarifarias que reconozcan y retribuyan su
participación en la operación y definición del sistema), lo cual proporcionaría
un potencial de influencia sobre la transición energética muy superior al que
nos pueda dar el autoconsumo por sí solo (aunque el autoconsumo constituya una
parte más de la articulación de la participación de la demanda).
En definitiva:
ojalá que la ola que ha empezado a ganar momento con la idea del autoconsumo en
cuanto a su capacidad de articular la involucración de la sociedad en la
definición y operación del sistema energético, tenga capacidad de extender su
alcance y visión al grueso del potencial de la participación e involucración de
la demanda en la operación y definición del sistema, antes de que esta ola vaya
a romperse contra el espigón del regateo con aquellos interesados en mantener
el status quo del sistema actual y retrasar su transición hacia la
sostenibilidad.
La diferencia entre “balance neto” y “régimen especial” no está tanto en la conexión a la red que muestras en la figura 1, como en el régimen económico de la generación. En el sistema de régimen especial con tarifas o primas vigente se puede vender toda la energía de la instalación de régimen especial (excepto los consumos propios de la instalación generadora) o sólo los excedentes. Si como dice, es más cara la energía que compra que la que vende, usted debería replantear la conexión de tu instalación y vender únicamente la que le sobra. Y si hace las cuentas después de impuestos, pues más a su favor.
ResponderEliminarPara las nuevas instalaciones de régimen especial la opción es clara, una vez desaparecidas las primas lo más económico es consumir la propia energía y vender únicamente los excedentes.
En cuanto al precio que paga por “unidad de electricidad” en el mercado libre, la presentación no es muy clara; en su “blog” dice que la energía comprada cuesta 47 céntimos de euro por kWh. Este precio es bastante superior al que se paga en tarifas de último recurso, que es de alrededor de 15 céntimos (sin discriminación horaria) antes de impuestos. Aunque se tengan en cuenta los costes del término de potencia y los impuestos, me sigue pareciendo bastante caro.
Xavier, en tu anterior post vertiste criticas serias sobre un colectivo (el del 'Oil Peak'), basicamente descalificándolos de muchas maneras sin demasiados argumentos, dejando esa argumentación para otro(s) posts.
ResponderEliminarCuál es mi sorpresa que tras muchos meses sin publicar, aparece este artículo en el que aún no fundamentas esas críticas.
¿Para cuándo? ¿Se puede acusar de "planteamientos erróneos", "errores de bulto", "no haber echado correctamente las cuentas", "incoherencia", "desinformación" y otra larga seria de calificativos sin argumentar esas críticas? ¿Se pueden hacer esas graves acusaciones con la excusa de argumentar en un futuro y dejar pasar los meses sin hacerlo?
Yo no quiero defender a nadie ni a ninguna idea. Yo quiero conocer, comprender, cual es la situación. Y por el momento, la gente a la que criticas fundamenta sus afirmaciones en datos, razonamientos y análisis. Tú de momento no lo has hecho. ¿Quién juega a la desinformación? ¿Quién antepone "banderitas que nos diferencien del resto" al bien común?
Gracias Xavier por aportar ciencia energética al gallinero del sector..
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