martes, 24 de julio de 2012

Peak-oil, Oil-crash y la contaminación del debate energético

Este post va sobre ‘banderas y banderitas’, o dicho de otra forma: de la facilidad que tenemos los seres humanos para anteponer intereses personales o banderitas que nos diferencien del resto, sobre la bandera del interés común, y de liarla de forma totalmente innecesaria justo en los momentos en que tenemos que alinear intereses y esfuerzos para conseguir impulsar el ritmo de cambio necesario para desarrollar una transición responsable en nuestro sistema energético (conociendo el elevado precio que tendremos que pagar si retrasamos esta transición: post transición energética). 

Los planteamiento base de los que parte la actividad de los colectivos ligados al Peak Oil y al Oil Crash son las realidades incuestionables de que:

1.      Nuestra sociedad actual es totalmente dependiente del petróleo (y en general de los combustibles fósiles)
2.      El petróleo (y en general los combustibles fósiles) son un recurso finito sometido a una demanda creciente, por lo cual es de cajón de que antes o después se alcanzará un máximo en la producción de este recurso escaso (peak oil, peak gas, peak carbón,…), que en caso de que no superemos la dependencia de este recurso, introducirá fuertes restricciones sobre la demanda, que a su vez pueden conllevar fuertes impactos sobre nuestro sistema socio-económico (Oil Crash).

Hasta este punto coincido plenamente con los planteamientos de estos colectivos, y me parece muy importante la labor de concienciación que iniciaron para hacer ver a la sociedad que estaban viviendo delante de un espejismo, y que por más que se empeñen en convencernos de lo contrario aquellos que están sacando el máximo beneficio de la estructura socio-económica-energética actual, es imperiosamente necesario iniciar una transición que nos aleje de la dependencia de los combustibles fósiles a pasos agigantados para evitar darnos el batacazo ante la inminente llagada de los ‘peaks’, o por el super-peak que se avecina como consecuencia de todas las ‘externalidades’ que de forma totalmente ilusa hemos querido creer que sin más que bautizarlas se iban a quedar fuera.  

Es más, el hecho de que nosotros estemos mirando hacia el futuro cercano para ver llegar los ‘peaks’ no es más que un reflejo de la realidad de que hasta ahora hemos pertenecido a la parte privilegiada de los habitantes del planeta. Para una parte muy grande de la población actual, así como para el grueso de las generaciones futuras, el peak oil (y peak fósil en general) ya hace tiempo que llegó, pues estos recursos ya hace tiempo que han quedado fuera de su alcance. Visto desde esta óptica, nuestra preocupación actual por el peak oil y el oil crash podríamos entenderla como un problema de privilegiados, o de aquellos privilegiados que ven acercarse el momento en que quizás les echen del barco de los privilegiados…

Sin embargo, los colectivos del peak oil/oil crash no se han limitado a comunicar y concienciar sobre esta realidad, sino que aparentemente convirtiendo en el fin último de su actividad el protagonismo que les ha proporcionado la temática del peak oil/oil crash, probablemente espoleado por el episodio de crisis profunda que estamos atravesando, sintiéndose cómodos y realizados con la bandera diferencial del catastrofismo, han arremetido duramente, y lo que es peor, en base a argumentos erróneos e inconsistentes, contra cualquier alternativa que nos proporcionara una vía de evolución para la necesaria transición, proyectando una visión catastrofista que contribuye a frenar el potencial inicio de la propia transición: No vaya a ser que nos coloquemos en una senda de resolución de la problemática de base y eso les hiciera perder su ‘banderita’ diferencial respecto al resto de la sociedad.  Sólo bajo esta perspectiva, y considerando  la inconsistencia de sus argumentos, se pueden entender sus continuas críticas y descalificaciones de las energías renovables. Y dada la pródiga actividad de estos colectivos durante los últimos años en los medios de comunicación y en la blogsfera , el impacto neto de su actuación probablemente acabe siendo el de ralentizar o frenar la necesaria transición del sistema energético.

No me resisto a comentar lo impresionado que me deja, desde mi perspectiva de freelancer acostumbrado a ir apuradillo para mantener una actividad profesional coherente, la intensa actividad que han desarrollado algunos de los miembros de este colectivo en la blogsfera durante los últimos 2-3 años, lo cual, en términos que tanto les gusta manejar a los miembros de este colectivo denota que tienen una TRL (‘tasa de retorno laboral’, por analogía con la TRE-‘tasa de retorno energético’ en la que pretenden soportar gran parte de sus argumentos) muy superior a la mía. Además, el tráfico en estos blogs es realmente muy elevado, lo cual exige una gran responsabilidad sobre sus autores a la hora de lanzar ideas y líneas argumentales. En mi opinión, y aunque ello les hiciera perder el protagonismo que se han ganado con su mensaje catastrofista y negacionista, el ejercicio de esta responsabilidad debería llevarles a evitar lanzar argumentos inconsistentes e incorrectos cuyo efecto directo es introducir ruido de fondo en el debate energético, sin realizar aportación positiva alguna, confundiendo a otra gente y colectivos, y en definitiva contribuir a ralentizar o frenar el inicio del necesario proceso de transición.

Ya hace algún tiempo que indirectamente me llegaban comentarios sobre los planteamientos de miembros de Oil Crash Observatory (OCO), y la rama española de la Asociación para el Estudio del Cenit del Petróleo (ASPO) en relación a la inviabilidad de plantear la transición del sistema energético hacia un sistema basado en las energías renovables. Los argumentos que escuchaba me parecían tan fuera de sitio que no había dedicado tiempo a verlos en detalle.

Pero recientemente, con motivo de una charla-debate organizada por AuS  en el Colegio Oficial de Arquitectos de Catalunya (COAC) a la que me pidieron que asistiera, he invertido algún tiempo en revisar los argumentos y planteamientos de este colectivo para confirmar por un lado la falta de consistencia, fundamento y rigor de los mismos, y por otro, y esto es más preocupante, la cantidad de ruido de fondo que han introducido en el debate energético. Prueba de ello es el propio título esta charla-debate organizada por AuS en el COAC (‘Transición energética: ¿son las renovables la alternativa?’) y el planteamiento de AuS hacía de este acto como si se tratara del enfrentamiento de dos visiones totalmente distintas: La soportada por los estudios de Greenpeace Renovables 2050, Renovables100% y Energía 3.0 mostrando la viabilidad de un sistema basado en 100% renovables, y la supuesta visión contraria del OCO sobre los límites de las renovables para constituir la base del sistema energético. Finalmente resultó que OCO, en base a una reciente publicación suya en la revista Energy Policy, también proponían un sistema 100% renovable como única alternativa (en fuerte contraste con todo el ruido de fondo que han introducido en la blogsfera), sin realizar análisis serio alguno sobre el potencial de la eficiencia energética, por lo que finalmente resultó que no hubo debate alguno sobre este aspecto, y lamentablemente la organización del acto no permitió profundizar en una serie de conceptos importantes que actualmente están contribuyendo a que algunos colectivos, como probablemente el representado por AuS y quizás en buena medida el más amplio de los arquitectos, no consigan alinear su posición y actuación con la de los que están trabajando en hacer viable la transición responsable de nuestro sistema energético. A modo de anécdotas de este acto organizado por AuS, pero que puede explicar bastante bien elementos de fondo que es preciso afrontar:

·         La única intervención del público que se permitió en el acto por falta de tiempo, fue la de una persona que expresó su indignación con el colectivo de los arquitectos apuntando a su responsabilidad en la situación actual de ineficiencia en el sector edificación. Acto seguido, la representante de AuS en la mesa tomó la palabra, priorizando su respuesta de tinte ‘corporativo’ sobre la oportunidad de profundizar sobre conceptos importantes que se quedaron encima de la mesa, para intentar anular esa intervención haciendo una defensa ciega a capa y espada, pasando por encima de cualquier necesidad de autocrítica como paso previo a poder enfocar un futuro más apropiado. Y ciertamente, probablemente no exista en España un colectivo profesional con mayor responsabilidad directa sobre el nivel de ineficiencia en uno de los subsectores energético más problemáticos: la edificación.
·         Una intervención de un arquitecto de la fila-0 me dejó muy preocupado sobre la imperiosa necesidad en el colectivo de los arquitectos de profundizar sobre las realidades del sistema energético. Básicamente, después de asistir a dos presentaciones sobre la cobertura de la demanda del sistema energético, una de ellas (la del estudio Energía 3.0) con un escenario para el año 2050 con una reducción del consumo energético del  55% respecto al existente en el año 2007 y del 72% respecto a la demanda energética BAU en el año 2050 (con un gran detalle en los medios y justificaciones de este nivel de eficiencia), y otra (la del artículo de OCO) que plantea la cobertura de la demanda actual de energía, sin consideración alguna a la contribución de la eficiencia energética, lo que comentaba este arquitecto de la fila-0 era porqué en el estudio Energía 3.0 no había ninguna referencia clara a la eficiencia energética, mientras en el estudio de OCO esta era el componente principal para hacer frente a la demanda…


El OCO es un colectivo principalmente formado por investigadores del CSIC pertenecientes al Instituto de Ciencias del Mar (ICM) en Barcelona (por lo menos, todos los miembros que yo he conocido o sobre los que he leído algo pertenecen al ICM). Puesto que en todas sus manifestaciones hacen patente su status de investigadores del CSIC a modo de soportar implícitamente los planteamientos del OCO, me parece importante resaltar que ni la formación ni la trayectoria profesional de los investigadores del ICM ha estado directamente relacionada con el sistema energético. Ni mucho menos considero que esta realidad descalifique de entrada sus planteamientos, pues el debate energético tiene múltiples dimensiones en las que tod@s tenemos mucho que aportar, pero por un lado considero necesario apuntarlo para contrarrestar el probablemente poco lícito apalancamiento institucional que realizan usando el CSIC, y por otro lado ayuda a entender algunas de las inconsistencias de sus planteamientos, aunque por su carácter de investigadores en modo alguno les excusa de la responsabilidad de sus actuaciones.

Los dos principales argumentos que esgrimen, de forma repetitiva hasta la saciedad, los miembros de estos colectivos para descalificar a las energías renovables como alternativa al sistema energético actual y por tanto vía de inicio del proceso de transición, son los siguientes:

1.      TRE (tasas de retorno energético) bajas.
2.      Limitación de disponibilidad de materiales para desplegar un sistema energético basado en energías renovables.

A lo cual hay que añadir sus afirmaciones de que no disponemos de recursos financieros y económicos para plasmar este cambio en el sistema energético.

Puesto que el tema ha generado una considerable confusión, hasta el punto de conducir prácticamente hasta la parálisis a algunos colectivos, voy a dejar para unos posts posteriores el discutir con más detalle porqué estos argumentos son totalmente incorrectos, y por tanto no suponen barrera alguna para apoyar la transición en un sistema energético basado en energías renovables. Pero a modo de resumen sí que quiero recoger aquí los conceptos principales que invalidan estas líneas argumentales.

El hilo conductor que subyace en estos planteamientos erróneos es el no haber superado el contexto conceptual de la ‘era de los fósiles’, lo cual conduce a grandes errores conceptuales al aplicarlos a la ‘era de las renovables’ sin incorporar las grandes modificaciones estructurales que supone esta transición.

Por lo que respecta al tema de costes, la conclusión errónea a la que llegan es básicamente un tema de no haber echado correctamente las cuentas. A estas alturas ya disponemos de estudios con un nivel de detalle abismalmente mayor que los datos que manejan los miembros de estos colectivos (R100%, Energía 3.0, y muchos otros que coinciden en que el coste de la mitigación es sensiblemente inferior al de la adaptación en el caso de seguir por el camino que llevamos), que muestran claramente que un sistema basado en energías renovables supone un ahorro económico considerable respecto a lo que nos puede ofrecer el sistema energético actual, proporcionando acceso a una estabilización de los precios de la energía radicalmente opuesta a la tendencia inflacionista sin remedio en caso de mantenernos anclados a los combustibles fósiles, y facilitando el acceso a los servicios energéticos al conjunto de la población del planeta (presente y futura), algo que en base al sistema energético actual resulta imposible.

Por lo que respecta a la TRE, fundamentalmente se trata de un parámetro poco apropiado, procedente de la ‘era fósil’ en la que se daba por válida la expoliación por parte de unos pocos del único recurso energético sobre el que se edificaba el sistema energético, y que carece totalmente de sentido al emplearlo como parámetro de comparación entre las tecnologías renovables y los combustibles fósiles, sencillamente por estar colocando las fronteras de análisis de forma incoherente entre ambas opciones. Y esto dejando de lado las profundas incoherencias de los análisis realizados por algunos miembros de este colectivo para llegar a la conclusión errónea de que algunas tecnologías renovables (en concreto la fotovoltaica) tienen unas TRE tan bajas que las hacen totalmente inapropiadas para contribuir a configurar el sistema energético.

Por lo que respecta a la limitación de materiales, este argumento está marcado por un lado por un importante desconocimiento de las tecnologías renovables de las que hablan, y por otro lado por la recurrente confusión entre elementos circunstanciales y estructurales. Básicamente, en la ‘era de los fósiles’ quemábamos el recurso principal (y único) en el que se basaba el sistema energético, mientras que en la ‘era de las renovables’ por un lado contamos con una gran diversidad de tecnologías energéticas, y por otro lado no se quema nada (bueno vale, en el caso de la biomasa sí, aunque a diferencia de los fósiles dentro de unas tasas de renovación sostenibles y sin liberar nuevo carbono a la biosfera, pero aquí me refiero principalmente a aquellos elementos que apuntan los miembros de estos colectivos cuando plantean la escasez de materiales, es decir, aquellos materiales con los que se fabrican los equipos de conversión de las tecnologías renovables) , simplemente se utilizan materiales que posteriormente pueden ser recuperados en su inmensa mayoría.

Pero lo más incongruente de todo, es que después de llevar varios años con una intensa labor de desacreditación de las renovables como alternativa para la transición del sistema energético, especialmente plasmada en la blogsfera y en apariciones en charlas yu medios de comunicación, cuando en el año 2012 varios miembros del OCO publican un artículo en la revista Energy Policy (A global renewable mix with proven technologies and common materials), la conclusión a la que llegan es que si que es posible cubrir la demanda energética con un mix de generación basado exclusivamente en energías renovables (a pesar de las fuertes limitaciones y errores de su análisis, que comentaremos en otro post), y por lo que respecta a la disponibilidad de materiales, incluso con las cuentas y planteamientos conceptuales erróneos que realizan (que conducen a sobreestimar muchísimo los requerimientos de materiales para soportar este mix de generación renovable), concluyen que no hay limitaciones de materiales para soportar el despliegue de este mix de generación, conclusión que resulta todavía mucho más tajante al eliminar los errores de cuantificación y conceptuales en los que se basa el análisis que desarrollan en el artículo.

Es importante resaltar que uno de los autores que firma este artículo es el mismo que lleva el blog en el que tanto énfasis se ha puesto en desacreditar las renovables como alternativa al sistema energético actual durante los últimos 2 – 3 años.

Es posible que al documentarse para escribir ese artículo, los autores del mismo se percataran del consenso que a nivel internacional existe ya hoy en día, sobre la viabilidad de iniciar la transición hacia un sistema basado en energías renovables, tanto desde los entornos tradicionalmente más conservadores, como desde lo más progresistas que ya llevaban unos años de ventaja allanando el camino para ir llegando al consenso sobre esta realidad. También es más que posible que durante el proceso de revisión del artículo, los revisores de Energy Policy obligaran a eliminar o suavizar los planteamientos originales del artículo (algo de esto se lee entre líneas en el artículo, aunque ciertamente a los revisores se les pasaron bastantes errores de bulto). Pero nada de todo esto descarga de las espaldas de los autores la responsabilidad de introducir tanto ruido de fondo  en el debate energético al haber estado cuestionado, en base a argumentos erróneos, la viabilidad de un sistema energético basado en energías renovables como alternativa al sistema energético actual. Y puesto que su artículo no aporta nada nuevo respecto a lo que ya estaba puesto encima de la mesa con anterioridad, mucho me temo que el impacto neto de este colectivo sobre la evolución del sistema energético se reduzca a haber obstaculizado y contribuido a frenar el inicio de la transición del sistema energético hacia la sostenibilidad. ¿era este el objetivo, o se perdió el rumbo por el camino?

Originalmente había planificado para este post el desgranar algunos de los principales  sin sentidos de las afirmaciones que aparecen diseminadas por miembros de OCO o de Crisis Energética por la blogesfera. Pero finalmente he desistido de ello para no hacer este post absolutamente ‘infumable’, y me limitaré a dar un aviso para navegantes y apuntar unos pocos posts para aquell@s que quieran echar un vistazo rápido y juzgar por su cuenta, aunque realmente no hay más que hacer unas cuantas búsquedas para verse inundados de posts del estilo de los ejemplos que voy a poner.  

Respecto al aviso para navegantes:

Ser extremadamente críticos con las afirmaciones infundamentadas que sueltan los miembros de estos colectivos sin ningún pudor (ni responsabilidad). Ser conscientes de que no basta con cuatro números a ojímetro para extraer conclusiones tan determinantes como las que apuntan (la inviabilidad de usar una u otra fuente renovable, los costes exagerados, la exagerada ocupación del territorio, la incapacidad de las renovables para dar cobertura a la demanda,…). Tener presente, y apoyarse en ello para hacer un análisis crítico, que a día de hoy ya existe MUCHO material de una calidad técnica y científica tremendamente superior a las evaluaciones superficiales con las que apoyan sus argumentos catastrofistas y negacionistas los miembros de estos colectivos, pues no en balde contamos ya con cerca de 40 años de actividad relativamente intensa en ir poco a poco y con mucho esfuerzo colocando los cimientos de esto que hoy ya es una realidad: las energías renovables como una alternativa sólida preparada para impulsar la transición del sistema energético.

Respecto a algunos ejemplos de posts publicados por estos colectivos (breve muestra, pero hay muchos más posts e intervenciones en otros medios totalmente en estas líneas):

o   No tiene desperdicio, tanto por los errores de bulto en las evaluaciones numéricas y conceptuales (involucrar el segundo principio de la termodinámica para la conversión eólica), como por afirmaciones gratuitas del estilo de que las tecnologías renovables son totalmente dependientes de los combustibles fósiles. Conclusión final: “Por tanto,(las renovables) no son en sí fuentes energéticas en la que podamos confiar nuestro futuro”
o   En base a unas estimaciones tremendamente superficiales acaba concluyendo que para cubrir la demanda energética en España con eólica habría que ‘sembrar toda España de molinos de viento’, y que  ‘tal despliegue equivaldría a deforestar España’. Lecturas muy recomendables para comprobar el grado de insensatez de estas afirmaciones son los estudios Renovables100%  y Energía 3.0 de Greenpeace, en las que se puede constatar en base a una evaluación abismalmente más detallada, incorporando las restricciones asociadas a usos todos los usos suelo, cómo los porcentajes de ocupación del territorio requeridos para soportar un mix renovable son tremendamente menores de lo que afirman en este post, y abismalmente inferiores al uso del territorio que hacen las ‘externalidades’ del sistema energético actual. Para rematarlo, parte de otra premisa falsa (‘de todas las energías renovables la eólica es la que tiene más potencial’) para concluir que por tanto no se puede ni de lejos cubrir la demanda actual con renovables.

o   Gran derroche de datos incorrectos, evaluaciones erróneas y comparaciones fuera de sitio para inducir a concluir que el coste de desplegar un sistema renovable es astronómico y los tiempos requeridos exageradamente elevados e inviables. Todo ello sin tener en cuenta incluso las evidencias de las tasas de despliegue de renovables YA demostradas en nuestro país, como las evaluaciones de costes comparativas y detalladas ya disponibles mostrando la ventaja económica de un sistema basado en renovables frente a seguir con el sistema energético actual.


o   Incluso en base a sus evaluaciones superficiales y sin tener en cuenta que esta tecnología puede en gran parte estar integrada en edificios y por tanto no tener repercusión en ocupación del terreno, acaba llegando a la conclusión de que las superficies requeridas serían relativamente bajas (aunque más altas de las realmente requeridas por un mix renovable equilibrado), motivo por el que para sembrar dudas pone encima de la mesa sin justificación alguna los ‘fantasmas’ de la escasez de materiales y la baja TRE para desacreditar a esta tecnología. Pero lo más fuerte es que acabe afirmando: ‘Hay, sin embargo, una cuestión entre otras muchas que hace inviable un despliegue de placas fotovoltaicas de esas características: el mantenimiento’, y todo ello poniendo el grito en el cielo por el consumo de agua asociado a la limpieza de los módulos fotovoltaicos!! (muy típico de este colectivo pretender hacer saltar liebres de forma totalmente infundamentada para agarrarse a ellas como banderita diferencial), sin caer en la cuenta, que incluso con los números que ellos dan, el consumo de agua por unidad de energía producida es del orden del 0.2% del que tiene una central térmica convencional (combustibles fósiles) o nuclear. No faltan otras afirmaciones totalmente gratuitas, pero sobre todo sacan el tema totalmente de contexto al pasar por alto la primera evidencia de un sistema 100%R: se trata de una mezcla de tecnologías con una gran capacidad de complementarse, lo cual hace que incluso al compararlo con el sistema eléctrico actual puedan proporcionar un uso mucho más eficiente de la potencia y capacidad de regulación instaladas (Energía 3.0).

Sinceramente, invito a los miembros de estos colectivos a que se replanteen su actitud por lo que respecta a su contribución neta sobre el urgente proceso de transición del sistema energético, pasando por encima de las ‘banderitas’ diferenciales con corta fecha de caducidad para unir fuerzas bajo la bandera del bien común. De los textos de este colectivo que he ido leyendo en la blogsfera durante estos últimos días, así como de la interacción que tuve (aunque breve y una vez finalizado el acto) con el representante del OCO que vino de ponente al acto organizado por AuS en el COAC el 12/7/2012, estoy convencido de que hay muchas sensibilidades comunes, y de que si empujaran en la misma dirección del resto de colectivos e individuos que ya llevan muchos años trabajando en hacer viable esta transición, su contribución sería mucho más positiva.

Estamos atravesando tiempos de cambio intenso, y en estos episodios hay que tener precaución de no caer en el error (por desgracia bastante común) de ignorar el trabajo que desde ya hace mucho tiempo llevan desarrollando otros colectivos que vieron muy de antemano la necesidad del cambio y la transición, así como de intentar aplastar sus logros a modo de reafirmación del ego para acto seguido intentar volver a trazar el mismo camino (pero con mucha menos solidez y fundamentación) con pintura propia. Reinventar la rueda a estas alturas es simplemente una pérdida de tiempo, justo en un periodo donde son necesarias todas las aportaciones posibles para encauzar la etapa más exigente de un proceso de transición responsable.

domingo, 24 de junio de 2012

EEUU le va perdiendo el miedo al 100% renovables

Actualmente, la generación renovable cubre tan solo del orden de un 10% de la demanda eléctrica en EEUU, por lo que en este sentido no se puede decir que EEUU constituya uno de los mejores ejemplos de transición hacia un sistema energético basado en energías renovables: En la España peninsular, sin ir más lejos, en 2011 el 32.5% de la generación eléctrica provenía de energías renovables.

Por lo que respecta a la planificación de la transición del modelo energético hacia uno basado en energías renovables, EEUU también se encuentra muy alejado de otros países como Dinamarca, Japón, Alemania, Reino Unido,… (y sí, en esta lista España ya no aparece…) que ya tienen establecidos objetivos de de penetración renovable del 80% o superiores de cara al año 2050.

Pero una de las principales barreras para iniciar la transición hacia un sistema 100% renovable, que una vez superada libera una potencialidad de elevadas tasas de transición, es el perderle el miedo al concepto 100% renovable, sacándolo de la estantería de los ‘futuribles idealistas’ para ponerlo en la mesa de toma de decisiones del ‘hoy’. Y eso es precisamente lo que han empezado a hacer en EEUU con la reciente publicación por parte del NREL del estudio Renewable Electricity Futures (RE Futures).

El estudio RE Futures (NREL, 2012), analiza la viabilidad técnica de un sistema eléctrico para EEUU con porcentajes de penetración renovable para el año 2050 de hasta el 90% (el hecho de que no aparezca el 100% es simplemente un reflejo del estado de maduración del concepto), con planteamientos y metodologías muy paralelas a las que se emplearon para España en los estudios Renovables2050 (GP,2005) y Renovables100% (GP,2006).

El estudio Renewable Futures (NREL, 2012) constituye tan solo el inicio del proceso de maduración del concepto 100% renovable en EEUU, y todavía le queda por incorporar importantes elementos de un sistema energético sostenible e inteligente (que para el caso de España se analizaron en el estudio Energía 3.0 (GP, 2011)): Integración del sistema energético, articulación del potencial de eficiencia más allí de las aproximaciones macro tendenciales,  despliegue de inteligencia, e integración de la demanda en la definición y operación del sistema. Pero una vez iniciado el camino de incorporar el concepto 100% renovable a la mesa de planificación, el resto del recorrido ya se andará, y  en el caso de EEUU, probablemente en cortos plazos de tiempo. Por ahora, la web dedicada al estudio Renewable Futures ya pone a disposición del público información interesante y bien presentada, haciendo altamente recomendable una visita a la misma.

En España, el desarrollo conceptual de los sistemas 100% renovables (e incluso el ‘descubrimiento a lo largo del camino’ por parte de los actores convencionales del sistema energético al asistir a cómo, prácticamente sin quererlo ni planificarlo, las tasas de contribución de las renovables al sistema eléctrico iban superando año tras año las previsiones de lo que en los años anteriores constituían ‘barreras insuperables’), ha sido pionero a nivel global. Sin embargo, la madurez de nuestros sistemas político y administrativo claramente no acompañan la capacidad conceptual y tecnológica, truncando incluso el necesario proceso de maduración de nuestro tejido empresarial, y relegándonos (a no ser que superemos esta ‘lacra’) a un status de espectadores, para vernos obligados a adoptar tarde, mal y con elevados costes, ese cambio del modelo del sistema energético en el que podríamos haber sido pioneros, y lo que probablemente sea más importante a nivel moral: Sin haber proporcionado una contribución positiva a que el conjunto del planeta evolucione hacia una senda de sostenibilidad. ¿es eso lo que queremos ser de mayores?

viernes, 25 de mayo de 2012

Costes e impuestos del sistema energético: Superando los enfoques del absurdo

El otro día, en el transcurso de una conferencia de presentación del estudio Energía 3.0, una de las personas asistentes ponía encima de la mesa la gran preocupación que le producía el ver que para el año 2050 el coste del sistema energético E3.0 era muy inferior (del orden del 9%) al del sistema tendencial (BAU). Y la preocupación surgía de la siguiente consideración (al menos tal y como yo la interpreto): Actualmente la administración recauda muchos fondos a partir de los impuestos sobre el coste asociado al consumo de energía, si el coste se reduce tanto, ¿qué pasará con la recaudación de impuestos?, ¿cómo podrá funcionar nuestra administración, actualmente ya contra las cuerdas desde el punto de vista de la disponibilidad de recursos monetarios, si le reducimos la recaudación impositiva del sistema energético?

La verdad es que prácticamente siempre resulta enriquecedor poder observar las situaciones desde otras perspectivas. En este caso, a mi me sirvió para hacer evidente un elemento estructural que podía actuar como barrera conceptual para acompañar el inicio de la transición del sistema energético. Y es que efectivamente, la preocupación que manifestaba esta persona en la conferencia del otro día, instaurada en la mente, puede nublar completamente el acceso a los elementos estructurales y al fin último que necesitamos perseguir para impulsar la transición del sistema energético.

Creo que esta situación, al igual que la de abrazar el PIB como indicador de ‘crecimiento’ y ‘salud’ de nuestro sistema económico que comentábamos en un post anterior, resultan muy ilustrativas de las ‘trampas’ implícitas en los sistemas actuales que nos dificultan el proceso de maduración. Una vez más tenemos que evitar que los árboles no nos dejen ver el bosque, y escapar de las trampas conceptuales que nos hacen confundir los medios con los fines y que nos conducen a mantener un ‘enfoque del absurdo’ que nos condena, a modo de ‘maldición’, a permanecer dentro de la estructura de los sistemas actuales con el sentimiento catastrofista de que no se puede hacer otra cosa. Por esto creo que merece la pena profundizar un poco en la ‘duda existencial’ que planteaba esta persona.

Cuando hablamos de los costes del sistema energético, el primer punto que es preciso aclarar es la diferenciación entre los ‘costes para la sociedad’ y lo que hoy denominaríamos los ‘costes para el consumidor’. La carga impositiva se refleja en los segundos, mientras que los primeros no incorporan la carga impositiva. En el estudio Energía 3.0, el foco está puesto en los costes para la sociedad, que son los que nos interesan desde la perspectiva macro del estudio, y por tanto se trata de costes sin impuestos. Y puesto que la carga impositiva y su distribución entre los distintos mecanismos de recaudación constituyen un elemento conceptual totalmente independiente de los aspectos considerados en Energía 3.0, y que no afecta a la evaluación del potencial de ahorro para la sociedad, no se hace referencia alguna a ello en el marco del estudio Energía 3.0.

Una segunda consideración, de carácter lingüístico, pero con cierta carga ideológica, que quiero introducir desde ya, es la sustitución del término ‘consumidor’ por ‘persona’, para reflejar la transición desde una economía del híper-consumo basada en el consumo de productos, hacia una economía del compartir, basada en la prestación de servicios, con un sistema energético gobernado por la demanda, que se encuentran detrás de los planteamientos del estudio Energía 3.0. Así pues, hablaremos de ‘costes para la sociedad’ y ‘costes para las personas’.

La tercera consideración es que los costes para la sociedad del sistema energético, se encuentran totalmente desligados de la carga impositiva que resulte necesario aplicar sobre el sistema energético, y por tanto no hay ningún fundamento ni razón para que la preocupación que surgió en la conferencia del otro día actúe como barrera para focalizar hacia la transición del sistema energético. Cojamos un poco de perspectiva para recapacitar sobre el absurdo de la conclusión a la que puede conducirnos el hilo argumental de esa preocupación: Si reduzco el coste del sistema energético, se reduce la recaudación impositiva por lo que colapsan las administraciones y se va todo al garete, por lo que debemos evitar a toda costa la reducción del coste del sistema energético (a pesar de que ello sea la causa fundamental que sangra nuestra economía), y a poder ser incrementarlo, para dirigirnos más rápido hacia el precipicio. Hay diversos ‘pasos en falso’ en este razonamiento que afortunadamente nos libran de su conclusión catastrofista: La gestión de la carga impositiva es totalmente independiente de los costes para la sociedad del sistema energético, y en ningún caso contribuye a eliminar el beneficio para las personas de una reducción del coste para la sociedad.

Una cuarta consideración es sobre el reparto entre los distintos instrumentos recaudatorios. El reparto de la carga impositiva entre los distintos elementos recaudatorios, como el consumo de energía, es otro grado de libertad disponible por el sistema administrativo. Por tanto, ante una evolución estructural del sistema energético, ni tan solo sería imprescindible mantener constante la carga impositiva sobre el sistema energético, pudiéndose redistribuir ésta entre otros mecanismos recaudatorios.

Una quinta consideración es sobre el propio origen de la carga impositiva. En principio, la carga impositiva total debería responder a las necesidades del sistema administrativo para proporcionar los servicios requeridos por la sociedad. En un sistema administrativo inteligente, este sería el caso, pero en el actual contexto de un sistema administrativo cuya inteligencia a menudo brilla por su ausencia, esta no es la situación real, y buen reflejo de ello es la situación actual que estamos atravesando de crisis profunda en la disponibilidad de recursos monetarios del sistema administrativo, aplicando recortes a diestro y siniestro sobre servicios fundamentales para la sociedad (educación, sanidad), como medio para enmendar una trayectoria especulativa donde la ineficiencia en el mantenimiento de la propia infraestructura administrativa y la hipotecación más allí de los límites permisibles, a menudo para desarrollar infraestructuras innecesarias (autopistas sin tráfico, variantes de autovías totalmente innecesarias, aeropuertos sin aviones,….), han conducido a un endeudamiento mucho más allí de los límites admisibles que ahora nos va tocar cubrir a todos. No me puedo resistir en este punto a comentar el ejemplo del pequeño pueblo en el que vivo, con un alcalde establecido desde ya más de 35 años que utiliza las atribuciones administrativas para dar servicio a sus intereses particulares y para alimentar la red clientelar que le sustenta como cacique, impulsando actuaciones especulativas en muchas dimensiones, empleando los recursos monetarios de la administración para mantener adecuadamente ‘lubricados’ los mecanismos del resto de sistemas que le permiten mantenerse como cacique y protegerle de las protestas sociales, y contratando, con dinero público, un equipo de abogados para lidiar con las múltiples denuncias que va acumulando por el camino: Si esto es lo que alimenta nuestra carga impositiva, habrá que ir planteándose muy seriamente la insumisión fiscal como primera etapa para sanear la estructura administrativa.

En la línea argumental de esta quinta consideración, cabe esperar que en un contexto E3.0, donde el sistema administrativo incorpora tanto inteligencia como gobernanza social, simplemente por motivos de eficiencia en el uso de los recursos, la carga impositiva necesaria se redujera significativamente. Además, la estabilización en los costes de la energía que proporciona el contexto E3.0, así como la eliminación de raíz de la inflación incremental en el coste de los combustibles fósiles que actualmente está sangrando nuestra economía (y que de cara al futuro no puede más que empeorar si nos mantenemos en la senda BAU), también debería contribuir a la reducción de las necesidades impositivas, al igual que la generación de valor compartido asociada a la transición de una economía del híper-consumo a una economía de consumo colaborativo. En el otro lado de la balanza, el sistema administrativo actual no está cubriendo totalmente y de forma satisfactoria los servicios requeridos por la sociedad, incluyendo elementos de justicia social entre los que se encontraría por ejemplo la contribución a la cooperación al desarrollo, lo cual podría conducir a atenuar el potencial de reducción de requerimientos impositivos en un contexto E3.0.

En la actualidad existe una fuerte carga impositiva sobre los productos energéticos, repartida de forma no homogénea sobre los distintos productos (electricidad 24% , gas natural industrial 16%, gas natural doméstico 18%, fueloil industrial 4%, gasoil doméstico 38%, diesel automoción 58%, gasolina automoción 111%). Por tanto, una primera conclusión es que ante un cambio de la estructura del sistema energético, como es la fuerte electrificación planteada en Energía 3.0, se hace necesario una redistribución de la carga impositiva sobre las distintas formas de energía final.

Veamos un ejemplo numérico para ayudar a asentar todos estos elementos:

Partamos de una serie de consideraciones a modo de hipótesis para desarrollar este ejemplo numérico:
·         El tipo impositivo medio sobre el conjunto del sistema energético lo tomaremos del 50% (este no tiene que representar el valor real y es tan solo un punto de partida para ilustrar los conceptos argumentales de forma cuantificada).
·         En un contexto E3.0, el equilibrio entre los elementos de reducción de los requerimientos impositivos asociados al despliegue de eficiencia, inteligencia, eliminación de la inflación energética incremental y generación de valor compartido asociado a la transición a un sistema económico colaborativo, y los elementos de incremento de los requerimientos impositivos asociado a la internalización de los servicios actualmente no cubiertos de forma satisfactoria por el sistema administrativo, conduce, en balance neto,  a una reducción de un 30% sobre los requerimientos impositivos.
·         Para el reparto de la carga impositiva total sobre el conjunto de elementos recaudatorios se opta por mantener fija la contribución absoluta correspondiente al sistema energético, afectándola en su caso del porcentaje de reducción sobre la carga impositiva total.
·         Adoptamos como estructuras de costes para la sociedad del sistema energético las obtenidas para el año 2050 en el estudio Energía 3.0, tanto para el contexto tendencial (BAU) como para el eficiente (E3.0)


En la siguiente figura vemos representado gráficamente el coste para las personas del sistema energético en el año 2050 bajo las hipótesis anteriormente comentadas, tanto para un contexto BAU como para un contexto E3.0, y desglosado en sus dos contribuciones: coste para la sociedad y carga impositiva. El coste para las personas en 2050 sería para el contexto E3.0 un 16% del correspondiente para el contexto  BAU, mientras el coste para la sociedad sería para el contexto E3.0 de un 9% del correspondiente al contexto BAU. Pero en términos absolutos, el ahorro en el coste para las personas sería de 437308 M€-2007/a, superior al ahorro en términos del coste para la sociedad que ascendería a 416974 M€-2007/a.




La siguiente figura recoge los tipos impositivos sobre el sistema energético. Para el contexto BAU se reduciría desde el 50% que tomamos de partida para el año 2007, hasta un 15% en el año 2050 como consecuencia del gran incremento del coste de la energía (denominador del tipo impositivo) y del planteamiento de mantener constante la recaudación impositiva sobre el sistema energético. Sin embargo, para el contexto E3.0 en el año 2050, el tipo impositivo sobre el sistema energético ascendería al 117%, como consecuencia de la gran reducción en el coste de la energía (denominador del tipo impositivo). Este  tipo impositivo del sistema energético en el contexto E3.0 para 2050 sería del orden del empleado actualmente para la gasolina.





Vemos que lo que se incrementaría en el contexto E3.0 es el tipo impositivo, expresión relativa de la carga impositiva respecto al coste de la energía, pero no la carga impositiva absoluta, la cual incluso es de esperar que se redujera gracias al despliegue de inteligencia por el sistema administrativo.

Por tanto, la reducción del coste del sistema energético para la sociedad en el contexto E3.0 no tiene ninguna implicación negativa ni para el funcionamiento de la administración ni para el coste del sistema energético para las personas, sino todo lo contrario, haciendo que el potencial de ahorro revierta tanto sobre la sociedad como sobre las personas, y sin introducir limitación alguna a la capacidad recaudatoria de la administración, sino todo lo contrario, dotándola de mayor potencial de recursos para cubrir completamente los servicios demandados por la sociedad gracias al valor compartido que genera el tremendo ahorro en costes energéticos.

En fin, ya sé que la conclusión a la que hemos llegado es de sentido común, y por esto en el contexto del estudio Energía 3.0 no le dimos importancia alguna, pero creo que el dedicarle algo más de atención a este aspecto desglosando el razonamiento con más detalle, puede contribuir a eliminar algunas barreras para la internalización de los conceptos y resultados del informe Energía 3.0, así como para impulsar decididamente el proceso de transición.



domingo, 20 de mayo de 2012

Ya toca 'darle la vuelta' a los sistemas energético, económico y político

¿Y si la clave estuviera en ‘dar la vuelta’ a los sistemas en los que estamos organizados, cambiando las atribuciones y relaciones entre las piezas que los componen?

En el estudio Energía 3.0 entendemos que este es uno de los elementos que permiten liberar toda una seria de mecanismos de respuesta rápida, capaces de reencauzar nuestro sistema energético hacia la sostenibilidad en los cortos plazos de tiempo disponibles, y que en el fondo no es más que la consecuencia de un proceso de maduración social, tecnológica y como individuos, que nos permite evolucionar desde los sistemas gobernados por la oferta en los que estamos organizados, hacia sistemas gobernados por la demanda capaces de ajustarse a las condiciones de contorno a las que estamos sujetos al mismo tiempo que permiten mejorar la accesibilidad a los servicios que necesitamos.




Probablemente, cuando nos empezamos a organizar como sociedad configurando los sistemas económico y energético actuales, no había otra opción que la de los sistemas gobernados por la oferta que tenemos ahora. La inmadurez del sistema social, y la percepción generalizada de recursos ilimitados (el capital de recursos físicos y ambiental se percibía como ilimitado, y por tanto no había derechos de propiedad repartidos entre el conjunto de la sociedad, dejando que su propiedad quedara en manos de los que decidían ‘explotarlos’, y que nos auto engañáramos con la falacia de la externalización de todos los impactos sobre los mismos), no dejaban otra opción que la del enfoque centralizado y gobernado por la oferta, en la que los ‘emprendedores’ tomaban las riendas y se erigían en los representantes del conjunto de la sociedad para gestionar esos recursos en su beneficio propio a cambio de suministrar a la sociedad, por un ‘módico precio’, los servicios que esta necesitaba. Incluso lo interpretábamos como progreso, tanto desde el lado de la oferta como del de la demanda, lo cual refuerza la idea de que probablemente en esos estadios iniciales no había otra opción que la de habernos organizado así.

Para establecerse y poder evolucionar, estos sistemas gobernados por la oferta han requerido de un sistema económico y político que estuvieran alineados con los objetivos de generación de beneficio cortoplacista de unos pocos sin tener en consideración las repercusiones sobre el interés general a largo plazo, y establecer como pilares generales la propiedad y la incentivación del híper-consumo, poniendo el énfasis en la venta de productos (frente al suministro de servicios), que si bien han sido capaces de satisfacer la mayoría de los servicios requeridos por la sociedad (al menos por una parte de la sociedad), pero lo han hecho con una gran ineficiencia y rigidez, lo cual evidentemente es mejor que nada (y aquí se nos vende la idea de progreso), pero sin duda bastante peor del óptimo al que podemos aspirar. Sin embargo, en un contexto con una demanda inmadura, sin capacidad de tomar las riendas de la gobernanza de los sistemas y de implicarse responsablemente en su configuración y operación, el enfoque gobernado desde la oferta (sin participación activa de la demanda), probablemente no tenía ninguna otra opción de estructuración que la que ha seguido.

Pero el sistema social se está haciendo mayor, a lo cual sin duda contribuyen de forma significativa las señales que recibimos de otros sistemas, como el climático y económico, dándonos una clara indicación de que estamos sobrepasando los límites que nos imponen las condiciones de contorno a las que estamos sometidos, y que por tanto resulta imprescindible modificar la estructura de nuestros sistemas para organizarnos de una forma más eficiente.

Y llegados a este punto conviene pararse a analizar sin prejuicios los aspectos e implicaciones de los sistemas gobernados por la oferta que requerirían ser modificados para establecernos en una senda de sostenibilidad:

·         Los sistemas centralizados y gobernados por la oferta llevan implícitos un fuerte requerimiento de sobredimensionado, y unas consecuencias de ineficiencia en el uso de los recursos y rigidez en la cobertura de la demanda de servicios. En efecto, la demanda es la parte grande del sistema, con diferencia, y además tiene un carácter fuertemente distribuido. Por tanto, al minimizar su implicación tanto en la definición como en la operación del sistema (como hacen los sistemas gobernados por la oferta), la cobertura de la demanda de servicios no se puede hacer de otra forma que a ‘cañonazos’ e introduciendo fuertes servidumbres (rigideces) en la demanda. Una visualización de esta situación, es ese autocar que además de introducir fuertes servidumbres sobre la demanda en términos de horarios y emplazamiento de las paradas, acaba paseando en un vehículo de 60 plazas a una única persona por una trayectoria mucho más larga de la que necesitaría (recorriendo el conjunto de paradas): Evidentemente existe un amplio margen de mejora, tanto en cuanto a la reducción de las servidumbres y por tanto a la mejora de la accesibilidad al servicio solicitado, como desde el punto de vista de la eficiencia en el uso de los recursos empleados para proporcionar el servicio, pero también es cierto que sin una implicación activa de la demanda (lo cual requiere, entre otras cosas, un cierto grado de madurez de la misma) probablemente no había otra forma de organizarse para proporcionar la cobertura del servicio.
·         Existe una gran limitación de gobernanza en los sistemas gobernados por la oferta, entendiendo por gobernanza la capacidad del conjunto del sistema social de coger las riendas y alinear el sistema en la dirección del interés del conjunto de la sociedad: La participación activa de la demanda, ha sido excluida en el propio planteamiento de los sistema gobernados por la oferta, estructurándose las interacciones principales de forma unidireccional desde la oferta hacia la demanda.
·         Las ineficiencias de los sistemas gobernados por la oferta eliminan la posibilidad de generación de valor compartido, que si bien como su valor indica dicho valor generado debe compartirse entre oferta y demanda, pero al eliminarlo de raíz por excluir la participación de la demanda, la propia oferta pierde este potencial de generación de beneficio.
·         La falacia de mandar todos los impactos al cajón de las externalidades es una gran mentira que tanto el sistema climático como económico se están encargando de evidenciarnos de forma contundente. Esto, por un lado conduce a unas muy bajas prestaciones en términos de economía global de los sistemas gobernados por la oferta, por lo que dejan un amplio margen de mejora, y por otro lado está conduciendo a generar desconfianza de la demanda en los actores de la oferta, que probablemente esté contribuyendo al proceso de maduración de la demanda.
·         Los sistemas gobernados por la oferta se han edificado en gran medida sobre desigualdades, con unos pocos haciendo uso de los recursos de todos, lo cual, además de la injusticia sobre la que se asienta, conduce a una situación de inestabilidad creciente, que probablemente también constituya un ingrediente del proceso de cambio: El desafío es gobernar esta fuerza de cambio para conseguir que sea constructiva en lugar de destructiva (el batacazo que se puede llevar el triángulo de la figura al evolucionar desde la situación inestable actual a una situación estable puede ser tremendo si no somos capaces de encauzar la transición)
·         Por último, los sistemas gobernados por la oferta a menudo edifican sobre tecnologías de acceso a unos pocos, lo cual es en gran medida implícito a la estructura básica de estos sistemas, donde la ‘competitividad’ exige limitar al máximo la horizontalidad. Por tanto, no debe extrañarnos que el proceso de maduración de los sistemas a menudo vaya gobernado por un cambio de tecnologías hacia otras de acceso al conjunto de la sociedad.

La maduración social, tecnológica y como individuos nos permite iniciar ya el proceso de transición desde los sistemas gobernados por la oferta hacia los sistemas gobernados por la demanda, que además de solucionar los inconvenientes anteriormente apuntados, mejorando de forma muy importante la accesibilidad a los servicios demandados con un uso mucho más eficiente de los recursos,  nos proporciona acceso a mecanismos de cambio rápidos que nos permitan estabilizar nuestros sistemas de forma compatible con las condiciones de contorno a las que estamos sometidos en los plazos de tiempo disponibles. Este acceso a mecanismos de respuesta rápida es MUY importante en la situación actual, en la que estamos viviendo de las rentas inerciales del sistema climático, en el peligroso contexto de sus mecanismos no lineales, pues ya excedimos el límite de las condiciones de contorno que nos impone. La capacidad de los mecanismos de respuesta rápida de permitirnos regresar dentro de los límites de las condiciones de contorno a las que estamos sometidos antes de que se desaten los impactos negativos de las no linealidades de los sistemas que fijan estas condiciones de contorno, es un privilegio, a modo de última oportunidad, que deberíamos ser capaces de reconocer a tiempo.

El despliegue de inteligencia por los sistemas es una de las características distintivas de este proceso de maduración y transición hacia los sistemas gobernados por la demanda. Una comunicación bidireccional y efectiva entre las distintas partes que componen los sistemas, elemento fundamental para articular la incorporación de la demanda en la definición, estructura y gobernabilidad de los sistemas, y unas estructuras relacionales que permitan alinear el objetivo final de accesibilidad a servicios con el uso óptimo de los recursos para proporcionar estos servicios y con la sostenibilidad de los mismos, son manifestaciones de este despliegue de inteligencia.

La evolución de un sistema económico parcial (preocupado tan solo de la producción valorada en términos monetarios), a un sistema económico completo que incorpore tanto en sus indicadores como en su estructura el conjunto de las dimensiones de bienestar material, calidad de vida, elementos medioambientales y sostenibilidad; con una transición de las economías basadas en el híper-consumo de productos a otras estructuradas entorno a la accesibilidad a los servicios, capaces de maximizar la generación de valor compartido entre todos los integrantes del sistema económico; explotando el potencial de los planteamientos de consumo y trabajo colaborativos; y con una contundente gobernabilidad social que reconduzca la situación actual (la sociedad al servicio del sistema económico) hacia el punto de partida original que da sentido a la razón de ser del sistema económico: un sistema económico al servicio de la sociedad que permita cubrir la demanda de servicios con un uso óptimo de los recursos disponibles para este fin.  

Si recapacitamos un poco en todo lo que nos rodea, nos daremos cuenta de que hay muchos frentes en los que avanzar en este proceso de transición. Incluso en elementos a priori tan ‘asépticos’ como en la propia estructuración del trabajo, podemos observar un gran distanciamiento de los contextos colaborativos que permitirían optimizar la cobertura de la demanda de servicios con un uso óptimo de recursos y con el máximo beneficio para el conjunto, permitiendo que cada uno de nosotros aportara lo más beneficioso para el conjunto. El contexto actual en el que nos encontramos es bastante distinto, indicando una ausencia de despliegue de inteligencia colectiva por estos ámbitos. Nos hemos rodeado de una sinrazón de banderas y banderitas a las que rendimos pleitesía, y que en aras de conceptos como la competitividad o el ‘si no lo hago yo que no lo haga nadie’,  permitimos que determinen la dirección de la fuerza resultante con la que contribuimos a los sistemas en los que estamos organizados, por más que esta empuje en una dirección totalmente opuesta a la de los objetivos finales del bien común.

Quizás todo es ‘tan sencillo’ como el que nos deshagamos de esas banderas y banderitas en exceso, y que aprendamos a alinear esfuerzos en la dirección del bien común. Las herramientas ya las tenemos disponibles, y señales no faltan para convencernos de que tanto a nivel individual como colectivo podemos contribuir a potenciar ese despliegue de inteligencia y maduración, y es más, a que quizás ya arrancó ese proceso de transición.




domingo, 13 de mayo de 2012

Trayectorias de transición del sistema energético hacia la sostenibilidad: Sus implicaciones y por dónde vamos

Uno de los aspectos relativos a la sostenibilidad del sistema energético que se analizan en el informe Energía 3.0, son las implicaciones asociadas a seguir distintas trayectorias de transición desde la situación actual del sistema energético hasta un sistema energético eficiente, inteligente y abastecido al 100% con energías renovables en el año 2050.

Es decir, considerando que tanto el punto inicial del sistema energético (establecido en el año 2007 para el estudio Energía 3.0) como el final (establecido en el año 2050) fueran los mismos, y por tanto que para el año 2050 hayamos completado la transición de nuestro sistema energético desde un contexto tendencial (BAU) a uno eficiente, inteligente y 100% renovable (E3.0), la trayectoria o el camino por el cual desarrollemos esta transición tiene importantes consecuencias, tanto sobre los sistemas climático y económico, como sobre las propias posibilidades que tenemos de finalizar exitosamente la transición.

Para analizar el impacto asociado a la trayectoria de transición empleada, en el estudio Energía 3.0 se analizan 3 posibles trayectorias de transición: retardada, lineal y responsable.
·         La transición retardada corresponde a una trayectoria de transición en la que las tasas de cambio introducidas durante los primeros años del periodo considerado (2007 – 2050) son muy pequeñas, exigiendo por tanto el despliegue de muy elevadas tasas de cambio en los años finales del periodo considerado a fin de conseguir completar la transición para el año 2050.
·         La transición lineal establece tasas constantes de cambio a lo largo de todo el periodo considerado.
·         La transición responsable, establece elevadas tasas de cambio al inicio del periodo considerado, de tal forma que hacia el final del periodo de transición puede evolucionar con tasas de cambio considerablemente inferiores y decrecientes.




El que las elevadas tasas de cambio para completar la transición se encuentren en los primeros o últimos años del periodo de tiempo considerado tiene importantes repercusiones, pues los sistemas con los que estamos tratando (sistema climático y sistema económico) presentan importantes no linealidades, y la evolución tendencial de la demanda de energía es creciente, por lo que la dificultad de implementar el cambio se incrementa a medida que lo vamos retrasando, así como también se incrementan el impacto asociado al histórico que dejamos atrás y las barreras que nos generamos en la propia trayectoria de transición, con capacidad incluso de hipotecar las posibilidades de completar la transición.

Las siguientes figuras recogen la evolución del consumo de energía final, las emisiones de GEI y los costes monetarios del sistema energético al seguir cada una de las tres trayectorias de transición consideradas (retrasada, lineal, y responsable).









Como podemos observar, tanto en términos de consumo de energía final como de emisiones de GEI y de costes monetarios, la transición retardada genera importantes picos dentro del periodo de tiempo considerado (entorno al año 2030 – 2035). Esto picos, además de contribuir a un calor total más elevado del consumo, emisiones y costes acumulados en el periodo 2030 – 2035 (ver informe Energía 3.0 para comparativa de los valores acumulados), se constituyen como auténticas barreras que hipotecan las posibilidades de completar exitosamente el proceso de transición, pues conducen a los ya debilitados sistema económico y climático hacia una situación límite que puede desencadenar grandes impactos que degeneren en profundos periodos de crisis de estos sistemas y por ende del sistema social. Incluso con la transición lineal nos encontramos con importantes picos interiores en términos de consumo de energía final y de costes monetarios, que nuestro debilitado sistema económico actual difícilmente podría superar, y con un valor acumulado de emisiones en el periodo de transición que impondría una elevada carga sobre el sistema climático.

Pero es más, la propia reconversión y saneamiento de nuestro sistema económico, sumido en un profundo estado de crisis que pide a gritos evolucionar desde una economía basada y dependiente del híper-consumo de productos hacia otra de servicios basada en el compartir y en la potenciación del bien común, necesitaría para su reconversión el impulso que proporcionarían en los próximos años las elevadas tasas de transición de la trayectoria responsable.

Por tanto, podemos concluir la conveniencia y necesidad de encaminarnos hacia una trayectoria de transición responsable desde el contexto tendencial (BAU) al eficiente (E3.0), de lo cual se desprende la gran importancia y relevancia de lo que hagamos en los próximos años. La siguiente figura nos muestra la evolución de distintos indicadores (demanda de energía final, emisiones de GEI, contribución de las energías renovables al sistema eléctrico, y contribución de las energías renovables a la cobertura de la demanda de energía final) asociados a la trayectoria de transición responsable.





Al disponer de esta evolución de los indicadores por la trayectoria de transición responsable, resulta interesante evaluar la evolución real que estamos siguiendo para tomar consciencia de las implicaciones asociadas a la trayectoria que nuestro sistema político y administrativo están estableciendo de forma unilateral, a fin de que estas implicaciones puedan sociabilizarse y de que el sistema social disponga de la realimentación necesaria para poder actuar con responsabilidad.

Con este fin, la siguiente figura recoge la evolución de uno de los indicadores anteriormente mostrados, la contribución de las energías renovables al sistema eléctrico, desde el año 2007 hasta el año 2011, y comparando las trayectorias de las transiciones responsable, lineal y retardada (corrigiendo por los niveles de electrificación alcanzados), e incluso la trayectoria tendencial sin transición alguna (BAU), con la evolución real seguida a lo largo de estos años (datos de REE).





De esta figura podemos extraer distintas conclusiones:

·         Las tasas de cambio alcanzadas en el periodo 2008 – 2010 están bastante cercanas a las de una transición responsable. Por tanto, aunque sin quererlo ni saberlo, la evolución experimentada a lo largo de esos años nos muestra que a pesar de un cierto retraso, habría capacidad de colocarse en una senda de transición responsable.
·         La inversión de la tendencia en el año 2011 tiene diversas causas. Lo primero que es necesario resaltar es que esta inversión se produce incluso con una reducción de la demanda final de energía (96.8% en 2011 respecto a 2010), que debería haber facilitado el incrementar la participación de las renovables. La reducida hidraulicidad del año 2011 (producible hidráulico 82% del promedio histórico), en relación a la elevada hidraulicidad del año 2010 (producible hidráulico 129% del promedio histórico), contribuyen a una reducción de la aportación renovable, que por otro lado no es más de una indicación de la falta de resilencia de la capacidad de generación renovable que requiere el incrementar la potencia instalada, especialmente de aquellas tecnologías con capacidad de estabilizar estas variaciones interanuales. La eolicidad en el 2011 también fue inferior a la del 2010, con una generación del 96.1% a pesar de un ligero incremento de la potencia eólica instalada. La generación solar (fotovoltaica y termosolar) se incrementó significativamente en el año 2011 respecto al año 2010, pero las relativamente bajas potencias instaladas de estas tecnologías (especialmente de la termosolar) no permitieron compensar las reducciones de producción hidroeléctrica. Pero el elemento que marca de forma más radical el cambio de tendencia desde el año 2010 al año 2011 es el incremento en la generación eléctrica con carbón, que prácticamente se dobló en el 2011 respecto a la del año 2010, y que ha traido como consecuencia que también se invierta la tendencia decreciente del factor de emisiones de GSI del sistema eléctrico.
·         La evolución marcada por la tendencia del año 2010 al 2011, así como lo que cabe esperar en los próximos años de la estrategia de boicoteo explícito hacia las energías renovables adoptada por los sistemas político y administrativo (tanto en los últimos años del anterior gobierno del PSOE como del actual gobierno del PP), así como lo que cabe esperar por lo que a capacidad de reacción o de diagnóstico de nuestro sistema administrativo actual, indica claramente que nos vamos a distanciar de forma muy significativa de la trayectoria de transición responsable, tendiendo hacia las condiciones representadas por una transición retardada, o incluso peor, por el seguimiento de una senda tendencial (BAU) sin transición alguna. Dadas a las inercias asociadas a los ciclos políticos de nuestro actual sistema ‘democrático’, el retraso que tanto la administración pasada como la presente están asentando, fácilmente va a conducirnos a una pérdida de los próximos 8 – 10 años, que son precisamente aquellos en los que el seguimiento de una senda de transición responsable requiere el despliegue de las mayores tasas de cambio.

Con estos datos en la mano, y con conocimiento de las implicaciones y consecuencias en relación a la senda de evolución del sistema energético que implícitamente están estableciendo nuestros sistemas administrativo y político (evidentemente sin informar de las consecuencias de estas decisiones a la población), le corresponde al sistema social tomar cartas en el asunto de forma responsable, marcando el rumbo de evolución que conscientemente quiera seguir, sin dejar que unos sistemas administrativo o político irresponsables le quieran imponer, pues al fin y al cabo, estos sistemas administrativo y político no van a asumir las implicaciones de la senda que están estableciendo, y le tocará al sistema social apechugar con todas sus consecuencias.

¿Ha decidido el sistema social seguir una senda que le aboque a periodos de crisis todavía mucho más profundos de los que estamos experimentando en la actualidad, o son estas decisiones tan solo una consecuencia de unas competencias indebidamente apropiadas por los sistemas administrativo y político? La respuesta sólo la podemos dar cada uno de nosotros.

sábado, 12 de mayo de 2012

Sostenibilidad del sistema energético: Energía 3.0

Energía 3.0 es un estudio, elaborado desde Greenpeace España entre los años 2008 y 2011,  dedicado al análisis técnico-económico de las opciones de desplegar eficiencia, inteligencia y renovables por el sistema energético peninsular.

Si bien Greenpeace España está realizando, al igual que con los informes anteriores dedicados a esta temática, una estupenda labor en la difusión de los resultados, conclusiones y elementos conceptuales asociados al informe Energía 3.0, con este post voy a iniciar una serie de aportaciones en este blog para intentar contribuir a la labor de su difusión desgranando algunos de los elementos contenidos en este estudio. Tanto la densidad de conceptos incluida en las más de 700 pg del informe completo Energía 3.0, como la urgencia de la situación actual, y el más que probable retraso a la transición hacia un sistema energético sostenible al que parece determinada a abocarnos nuestra clase política, hacen que todas las contribuciones para facilitar la sociabilización de los conceptos y resultados contenidos en Energía 3.0 sean bienvenidas.

Energía 3.0 es el tercer estudio de una serie dedicada al análisis de las posibilidades y requerimientos para encauzar la evolución del sistema energético peninsular hacia la sostenibilidad.

El primer estudio de esta serie, el Renovables 2050, se publicó en el año 2005, y está dedicado a desarrollar una evaluación del potencial de las distintas tecnologías renovables (a nivel peninsular y con resolución provincial) para participar en la cobertura de la demanda de energía. Con un tratamiento homogéneo para las distintas tecnologías renovables, e incorporando de forma detallada los requerimientos asociados a otros usos del suelo, el estudio concluía que por lo que se refiere a potencial de generación, en la España peninsular existía capacidad más que suficiente para plantearse la cobertura de la demanda energética, cifrando la capacidad de generación eléctrica en base a fuentes de energía renovable en 56.4 veces la demanda eléctrica que cabría esperar para el año 2050.

El segundo estudio de esta serie, el Renovables 100%, abordaba el análisis de la siguiente cuestión, es decir, la viabilidad técnico-económica de cubrir el total de la demanda de energía eléctrica de la España peninsular con energías renovables. Partiendo de un escenario tendencial de demanda de energía eléctrica que permitiera focalizar la atención sobre las posibilidades de un sistema basado en energías renovables, mediante el modelado detallado de la capacidad de generación renovable a nivel provincial e incorporando una aproximación homogénea a la evolución de costes de las distintas tecnologías renovables, se procedió a desarrollar distintos análisis de cobertura de la demanda, llegando a la conclusión de que los sistemas basados en generación renovable disponen de suficientes mecanismos de flexibilidad por el lado de la oferta para garantizar la cobertura de la demanda con muy diversas configuraciones de los mix tecnológicos empleados, y que de cara al año 2050, los costes asociados a la cobertura de la demanda con energías renovables serían significativamente inferiores a los de seguir con un sistema de generación eléctrica dependiente de combustibles fósiles y nucleares.

En el estudio Energía 3.0 se acometen las siguientes fases en este proceso de análisis, pasando a evaluar las posibilidades de proporcionar la cobertura del total de la demanda del sistema energético (es decir, no tan solo el sistema eléctrico, sino el conjunto del sistema energético incluyendo los subsectores edificación, transporte, industria,…) con energías renovables, las contribuciones potenciales del despliegue de eficiencia e inteligencia por el sistema energético, y las implicaciones (en términos de consumo de recursos, emisiones de GEI y costes monetarios) de distintas trayectorias de transición desde el contexto tendencial (BAU)  al contexto sostenible que denominamos E 3.0.

Por lo que se refiere al potencial del despliegue de eficiencia e inteligencia por el sistema energético, tal y como nos muestra la siguiente figura, el contexto E 3.0 permite una gran reducción de la demanda de energía final (manteniendo y mejorando la accesibilidad a los servicios deseados), tanto respecto al escenario tendencial para el año 2050 como respecto al consumo actual de energía.

 



Por lo que se refiere a los costes monetarios, incluso considerando los costes promedio en el periodo considerado (2007 – 2050), la siguiente figura muestra la situación tremendamente más favorable del contexto E3.0 respecto al contexto tendencial (BAU), tanto si empleamos un sistema energético tendencial (BAU) para la cubrir la demanda BAU, como si empleamos un sistema de generación basado en energías renovables para cubrir la demanda BAU. La ventaja remanente desde el año 2050 en adelante es todavía mucho más importante que la ventaja promedio del periodo 2007 - 2050 reflejada en esta figura.





Otra conclusión importante del estudio Energía 3.0 es que la elección de la trayectoria para evolucionar desde el contexto tendencial hacia el contexto E 3.0 tiene muy importantes consecuencias, tanto sobre el consumo de recursos, como sobre las emisiones de GEI y sobre los costes monetarios, así como sobre las posibilidades de compatibilizar nuestro sistema energético con las condiciones de contorno que imponen los sistemas climático y económico, y por tanto, sobre las posibilidades reales de llegar a completar el proceso de transición.

En el estudio Energía 3.0 se han considerado tres trayectorias de transición posibles: Una transición responsable, en la que aceleramos en los primeros años el proceso de transición para poder reducir las tasas de cambio hacia el final del periodo considerado; una transición lineal con tasas de cambio constantes desde el año 2007 hasta el año 2050; y una transición retardada en la que las tasas de cambio al inicio del periodo de transición son muy bajas para dejar hacia el final del periodo considerado la implementación de tasas de cambio elevadas.

La figura siguiente muestra las implicaciones, a nivel de costes monetarios, de seguir cada una de las tres trayectorias de transición analizadas. Como puede verse, la trayectoria de transición retardada (e incluso la lineal), generan elevados picos de coste monetario del sistema energético en el interior del intervalo de transición (entorno a los años 2030 - 2035). Más allí del sobre-coste acumulado asociado a estos picos interiores de coste, la presencia de estos requerimientos extremos sobre el ya debilitado sistema económico actual (la trayectoria retardada tiene un coste en el año 2035 más que el doble del actual) actúan como barreras que hipotecan la capacidad de completar el proceso de transición por la debilitación de los sistemas económico y social que llevan asociadas.




Por tanto, el estudio Energía 3.0 nos permite extraer las siguientes conclusiones principales:
·         Sí que es posible hacer evolucionar nuestro sistema energético hacia la sostenibilidad cubriendo el total de la demanda con energías renovables.
·         El despliegue de eficiencia por el sistema energético es imprescindible para encaminarlo hacia la sostenibilidad, incluso si se emplean energías renovables para proporcionar la cobertura de la demanda.
·         El despliegue de inteligencia, tanto por el sistema energético como por los sistemas económico, político y social, son componentes imprescindibles para encaminar el sistema energético hacia una senda de sostenibilidad.
·         Un sistema energético eficiente, inteligente y basado en energías renovables proporciona beneficios muy importantes respecto a la evolución tendencial del sistema energético, tanto a nivel de consumo de recursos, como a nivel de compatibilidad con el sistema climático, y a nivel de costes.
·         La trayectoria que se siga para la transición desde el sistema energético actual al sistema energético E 3.0 tiene importantes consecuencias, tanto sobre el consumo de recursos, como sobre el impacto sobre el sistema climático y sobre los costes monetarios del sistema energético. Pero es más, el hecho de no seguir una transición responsable pone en serio riesgo las posibilidades de llegar a completar el proceso de transición como consecuencia de las fuertes solicitaciones sobre los sistemas ambiental y económico que aparecen en el interior del proceso de transición.
·         El emprender una trayectoria de transición responsable requiere que las mayores tasas de cambio se introduzcan en los primeros años del periodo de transición (hasta los años 2015 – 2020), y por tanto, resulta crítico que se articule el proceso de cambio YA. Los retrasos en emprender este proceso de cambio por una trayectoria responsable los vamos a pagar MUY caros.

En la web dedicada al estudio Energía 3.0, además de poder acceder al informe completo, se encuentran un informen resumen,  una recopilación de ideas clave, y una explicación gráfica de los principales conceptos del informe.