Los edificios se
encuentran en primera línea de la relación de los individuos y la sociedad con
el entorno (la tercera piel…), y por tanto en el núcleo de la transición hacia
la sostenibilidad.
Sin embargo, este sector
está contribuyendo muy poco (por no ser más contundentes…) a este proceso de
transición, y actualmente se encuentra inmerso en una travesía por las
tinieblas: En la resaca del post-reventón de la burbuja especulativa, con una
regulación y procesos de certificación que ciertamente no ayudan , y con un contexto regulatorio
absolutamente inmaduro en lo que concierne a la integración de renovables,
tanto en el sistema energético en conjunto como en los edificios en particular.
Estas condiciones de
contorno, ciertamente no se lo ponen fácil al sector edificación para evolucionar, pasando de ser un freno a la
transición a convertirse en un catalizador de la misma.
A pesar de ello, y
teniendo en cuenta la inercia de este sector (elevada vida útil de los
edificios), l@s profesionales del sector edificación tienen el deber con la
sociedad de trascender las limitaciones
contextuales actuales (como una normativa y regulación miopes que deberíamos
ser capaces de superar en breve), buscando puntos de equilibrio entre lo que
habría que hacer y lo que permiten los contextos regulatorio-económicos, de tal
forma que en su ciclo de vida el edifico (sea nuevo o rehabilitado), represente
un nuevo paso hacia la transición.
Figura-1: El edificio
como piedra angular de la transición hacia la sostenibilidad.
Uno de los principales
elementos a considerar es la integración del edificio en el sistema energético,
lo cual requiere mantener una visión prospectiva del futuro cercano. La
integración es importante tanto por el propio edificio (sería bastante triste
que se quedara fuera de contexto con tan solo un 10-20% de su vida útil), como
desde la perspectiva del impacto del edificio en el proceso de transición más
allí de la frontera física del propio edificio: Un edificio integrado puede
proyectar su contribución positiva a la transición mucho más allí de los
límites físicos del edificio, permitiendo así que el edificio juegue su papel
de piedra angular en el proceso de transición, articulando la contribución de
los usuarios del edificio sobre el conjunto del sistema.
Esta integración, cuando
se tienen en cuenta el impacto del despliegue de eficiencia sobre la estructura
de la demanda energética del edificio (Figura-3), la optimización en el despliegue
de infraestructuras, la articulación de comunicación bidireccional del edificio
con el resto del sistema energético, pasa por la electrificación eficiente de
la componente térmica de la demanda del edificio.
La electrificación
eficiente de la demanda térmica del edificio, mediante el uso de bombas de
calor de elevada eficiencia, no sólo permite alcanzar muy elevados niveles de
eficiencia gracias a su capacidad de movilizar aportes renovables distribuidos
(energía solar térmica), sino que además hace que la parte térmica de la
demanda quede integrada con el resto de la demanda energética del edificio (y
en particular con las componentes dominantes de la misma) a través de un vector
energético, la electricidad, que permite una bidireccionalidad en la
comunicación e interacción con el resto del sistema energético, poniendo las
bases para la articulación del despliegue de inteligencia por el sistema,
permitiendo que la gestión de la demanda se tome las riendas de la
gobernabilidad, invirtiendo así la pirámide que actualmente dificulta iniciar el proceso de transición.
En el informe Energía 3.0
,
puede encontrarse un extenso análisis dedicado a estos aspectos, así como una
valoración detallada del potencial despliegue de eficiencia e inteligencia en
este sector, y su impacto a nivel provincial y nacional en España.
Figura-2: Integración del
edificio en el sistema energético. Optimizando el despliegue de eficiencia e
infraestructuras, y articulando canales de comunicación bidireccional para
permitir la participación activa del edificio en el sistema energético
(despliegue de inteligencia).
Figura-3: Evolución que
cabe esperar en la estructura de demanda energética del edificio al desplegar
su potencial de eficiencia. En Energía 3.0
se encuentran desgloses para otros tipos de edificios.
Puede resultar complicado
materializar de golpe todo el potencial de eficiencia mostrado en la Figura-3
al incorporar en el proceso las condiciones de contorno económico-regulatorias
que condicionan el desarrollo de cada proyecto, pero tal y como podemos
apreciar en la Figura-4, las actuaciones que hagamos actualmente sobre los
edificios tienen la capacidad de aportar ya un avance significativo en esta
dirección, haciendo que cada nueva actuación en el sector edificación
contribuya activa y directamente a materializar la senda de la transición.
Figura-4: Significativo
potencial de mejora en propuestas actuales, marcando el camino hacia el
desarrollo del potencial de eficiencia existente.
Otro de los aspectos a
incorporar en el desarrollo de los nuevos edificios es un tratamiento explícito
y directo de la optimización técnico-económica de los distintos parámetros de
diseño, trascendiendo tanto las limitaciones de la regulación actual, como los
tratamientos superficiales de cara a la galería que proporcionan las
herramientas de certificación energética actuales. Esta optimización
técnico-económica, no sólo tiene todo el sentido del mundo por sí misma en el
contexto de cada una de las actuaciones en el sector edificación, sino que
además es una exigencia explícita de la Directiva 2010/31/EU sobre eficiencia
energética de los edificios, aunque quedará descafeinada por su trasposición a
través de procesos inadecuados de certificación energética.
Es más, en el contexto
actual de unas tarifas eléctricas crecientes, y a pesar de lo absurda (para el
conjunto de la sociedad, aunque evidentemente está claramente tuneada para
proporcionar beneficio a los que venden la electricidad) que es la estructura
de la tarifa eléctrica, por cuanto desincentiva completamente el despliegue de
eficiencia (aspecto ya tratado en este post pero que queda mucho más acentuado en la actualidad por el incremento del
término de potencia de la tarifa eléctrica), esta optimización técnico-económica
proporciona un margen significativo para el despliegue de eficiencia más allí
de lo que marca la regulación energética actual (CTE), tal y como muestra la
Figura-5.
Figura-5: Optimización
técnico-económica de los parámetros de diseño del edificio.
También desde el punto de
vista de la integración de generación renovable en el propio edificio, incluso
en el distorsionado contexto regulatorio actual, existe margen para encauzar el
diseño de los edificios en una dirección capaz de contribuir al proceso de
transición.
La compensación de la
huella energética o de carbono del edificio puede seguir dos caminos separados
(en el caso de edificios integrados en el sistema energético mediante la
electrificación de su demanda): generación renovable en el propio edificio o
generación renovable procedente de la red eléctrica (Figura-6).
Incluso en ausencia de
las absurdas limitaciones que introduce el contexto regulatorio que nos quieren
encasquetar nuestros representantes políticos, el óptimo para la compensación
de la huella energética del edificio probablemente se encuentra en combinar de
forma inteligente ambas opciones: la generación renovable local y la generación
renovable procedente de la red. Ninguno de los dos extremos (generar toda la
electricidad en el propio edificio o depender por completo de la generación
renovable en la red) parece tener capacidad de conducirnos a un óptimo
técnico-económico desde el punto de vista del conjunto del sistema energético,
y sin embargo, cada uno de ellos tiene sus importantes ventajas, de lo cual se
concluye que una combinación inteligente de los dos probablemente nos pueda
proporcionar bastantes más ventajas que ninguno de los dos extremos,
especialmente durante la transición.
La ventaja de la
generación en el propio edificio es, para esa parte de la generación que se
consuma ocalmente, la de maximizar los beneficios de la generación distribuida,
eliminando pérdidas de distribución y transporte, y aliviando la capacidad de
la red. Sin embargo, llevar esa generación en el propio edificio hacia el
extremo de querer compensar el conjunto de la huella energética del edificio y
los habitantes del mismo (incluyendo la parte de esta huella correspondiente a
otros sectores como el transporte) con la generación renovable local, obliga a
exportar una gran cantidad de la generación eléctrica local a la red eléctrica
(aunque exista un balance neto en base anual), y por tanto introduce
solicitaciones en el sistema de transporte y distribución de electricidad, que
llevadas al extremo de que todos los edificios hicieran lo mismo, conducirían a
un claro encarecimiento del sistema energético en su conjunto, y articularían
la ‘insolidaridad’ del cada uno de los edificios con el conjunto del sistema, lo
cual claramente no constituye la senda de la transición.
Las ventajas de
interactuar con la red para acceder a generación renovable en otros puntos son
múltiples: Facilitar la integración renovable en el conjunto del sistema al
responder mediante gestión de la demanda a la capacidad de generación, acceder
a generación renovable de menor coste por la escala de las instalaciones
involucradas y por la disponibilidad de mejores recursos renovables en otros
emplazamientos,…
El balance óptimo entre
estas dos opciones depende de las condiciones de contorno
regulatorio-económicas-técnicas que acompañen a cada proyecto en el sector
edificación, y evolucionarán con el tiempo. En el contexto actual, y
anticipando cómo va a desarrollarse el futuro cercano una vez superados los
sin-sentidos regulatorios actuales, probablemente siempre y cuando el recurso
renovable local lo permita, una buena aproximación es proporcionar una
generación renovable local integrada en el edificio en régimen de autoconsumo
(limitando por debajo del 1% la cantidad de la generación potencial que no es
posible autoconsumir), complementada con un contrato con una comercializadora de
electricidad basada y comprometida en el desarrollo de un mix de generación 100%
renovable.
La Figura-7 muestra cómo
esta aproximación modifica la huella energética del edificio en un caso concreto
en un emplazamiento de la zona climática E1 con un recurso solar limitado.
Figura-6: La integración
fotovoltaica en el edificio: Buscando un equilibrio entre generación local, integración
de renovables en la red, y limitaciones regulatorias.
Si, si, claro.
ResponderEliminarCambios en la edificación.
Por supuesto.
Es muy fácil.
Deshauciamos a todo el mundo, y así las viviendas ya no consumirán energía.
Porque todo lo que se explica, siempre falla del mismo lado: ¿quien va a pagar todo esto? Con la economía por los suelos, ¿quien se va a cambiar de casa?¿quien va a modificar un piso relativamente bajo, donde casi nunca llega el sol y donde no se puede poner una fotovoltaica?¿Quien va a pagar la fotovoltaica en los pisos, por ejemplo del Eixample de Barcelona, si muchas comunidades de vecinos no pueden ni pagar el pintar la fachada?
¿Para qué vamos a cambiar los edificios de las ciudades si dentro de no mucho tendremos que volver todos al campo, con una mano delante y otra detrás, para sembrar lo que podamos?
Técnicamente muy bonito, muy tecnooptimista, pero peca de la base fundamental para entender lo que en realidad está pasando.
IMHO, puro onanismo intelectual. Demadiado tarde.