Al considerar el problema del cambio climático a menudo dejamos de lado el potencial impacto de la velocidad de cambio, y nos quedamos tan solo en considerar el potencial impacto del cambio entre los estados inicial y final.
Pero la experiencia cotidiana nos enseña que la velocidad de cambio, y no tan solo el cambio, puede tener también consecuencias muy importantes sobre el resultado final.
Pongamos el caso del último desplazamiento motorizado terrestre que hemos hecho: Nos hemos trasladado del lugar A al B. El cambio de lugar y entorno eran ciertamente relevantes (por eso nos desplazamos), pero la velocidad a la que nos deplazamos también pudo tener sus repercusiones.
En efecto, si nos desplazamos a una velocidad normal (digamos de 75 - 100 km/h), por un lado gastamos menos combustible, pero por otro mantenemos unos niveles de seguridad que nos ofrecen altas gatantías de alcanzar el destino final (cada viaje es una aventura, y por mucho que nos queramos creer lo contrario, nunca hay garantía de que lleguemos...).
La situación es bien distinta si decidimos desplazarnos a una velocidad 4 veces superior (300 - 400 km/h): La probabilidad de darnos un castañazo es del 100%, y la de sobrevivir a él del 0%, lo cual ciertamente cambia por completo el resultado final: nunca llegamos a estar en B...
Y no digamos si la velocidad a la que nos intentamos desplazar es 1000 veces superior (75000 - 100000 km/h): No llegamos enteros ni a la primera esquina...
Pues esto es lo que está sucediendo con el proceso de cambio climático de origen antropogénico que estamos viviendo actualmente: Los cambio de temperatura de la Tierra que ya hemos comprometido con las emisiones hasta la fecha (2ºC) son del mismo orden que los cambios de temperatura entre periodos glaciares e interglaciares, pero el desequilibrio que originará este cambio (emisiones de gases de efecto invernadero, principalmente dióxido de carbono) lo hemos producido en 40 años, mientras que los desequilibrios radiativos que inician el proceso de transición entre periodos glaciares e interglaciares (en este caso perturbaciones de la órbita y eje rotación terrestres) se producen gradualmente a lo largo de 20000 - 400000 años...
Uno de los efectos evidentes (aunque frecuentemente lo olvidamos) de una velocidad de cambio tan elevada es la práctica imposibilidad de adaptación al cambio de muchas de las especies que habitan el Planeta, por lo que literalmente el ser humano las está barriendo del plano.
Pero incluso para el ser humano, ese mamífero engreído que sin pestañear compromete el porvenir de la mayoría de especies del planeta, los problemas de adaptación pueden abocarlo a pasar periodos muy oscuros o incluso a desaparecer. Pensemos por ejemplo en el efecto de un incremento del nivel del mar del orden de decenas de metros (9 m hubo al final del anterior periodo interglaciar - Eemian con 2ºC de incremento de temperatura, y de 15 - 25 m al principio del Plioceno con una temperatura 3ºC por encima de la era preindustrial): Miles de poblaciones costeras desapareciendo bajo el agua (entre ellas muchas de las grandes ciudades actuales), grandes mareas de refugiados ambientales desplazándose y tensiones socio-políticas con probables consecuencias nefastas para el mantenimiento de la sociedad como la conocemos hoy.
Pero el efecto de la velocidad de cambio no acaba ahí. El sistema climático se caracteriza por una elevada no linealidad, y la velocidad de forzamiento sin duda tiene consecuencias sobre la respuesta del sistema. Consecuencias que no conocemos, pero que cabe esperar que sean en la dirección de amplificar y acelerar la respuesta del sistema, o hacerla más violenta. Ni que decir tiene que los modelos climáticos actuales no incorporan en sus formulaciones ninguna de estas posibilidades, pues desconocemos sus fundamentos físicos. Y además no podemos recurrir ni a la paleoclimatología (análisis del clima de las eras geológicas pasadas) para extraer conocimiento de estas posibilidades,
pues nunca a lo largo de la historia geológica de la tierra se han dado estas tasas de cambio tan elevadas.
En fin, que vamos al volante del sistema climático, un vehículo robado que desconocemos para pilotarlo con unas mínimas garantías, y a una velocidad tremendamente superior a las que no ya nosotros, sino el propio vehículo ha experimentado jamás.
¿y aún así somos, como sociedad, absolutamente incapaces de ponernos de acuerdo para articular YA actuaciones directas dirigidas a remediar la situación?
No se, pero si hay algún observador en algún lugar del espacio presenciando este episodio, no creo que nos asigne una probabilidad demasiado elevada de salir para delante...
good good.
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