lunes, 30 de diciembre de 2013

Recursos fósiles no convencionales: ¿superando los límites de irresponsabilidad, egoísmo y especulación climáticas?


A lo largo del próximo año (2014), al ritmo actual de emisiones (del orden de 10 GtC/año), ya habremos superado el límite (400 GtC) de emisiones de carbono acumuladas (durante la era industrial )  procedentes de combustibles fósiles que nos podemos permitir si queremos mantener el sistema climático dentro del rango en el cual ha permanecido a lo largo del Holoceno, época geológica en la que se han desarrollado y se encuentran adaptadas  la especie humana y sus sistemas social y económico, así como la mayoría de especies que actualmente habitan la Tierra.

Así de contundentes son las conclusiones del reciente artículo de James Hansen y otros 17 colegas que comentábamos en un post anterior. Notar que el artículo habla de un límite de 500 GtC de emisiones acumuladas procedentes de combustibles fósiles, pero esta cifra va ligada a la hipótesis de que se realice una reforestación masiva equivalente a la fijación de 100 GtC en la biosfera y el suelo, lo cual parece MUY alejado del contexto actual en el que seguimos deforestando a un ritmo de 1 GtC/año.

En este contexto, ciertamente no parece que plantearse la explotación de reservas de combustibles fósiles ADICIONALES sea en absoluto lo más inteligente ni adecuado desde la perspectiva del conjunto de la sociedad, sino más bien otro movimiento especulador de aquellos que juegan con los recursos ajenos.

Desde la perspectiva social, todos los esfuerzos y recursos deberían estar alineándose para establecer una rápida transición hacia la descarbonización de nuestros sistemas energético y económico.

Pero la realidad es, bien lejos de esta situación, que el grueso de los recursos, movilizados por los mismos intereses que nos han conducido a la situación actual de casi-colapso climático, se alinean con la explotación de recursos fósiles adicionales, los denominados combustibles fósiles no convencionales (gas de esquisto - shale gas y arenas bituminosas - oil sands), cuyo destino final en el contexto de desarrollo especulativo actual será incrementar la cantidad de carbono fósil liberado a la atmósfera, porque supongo que todos tenemos claro que si se explotan estos recursos es para quemarlos, que es lo que permitirá amortizar las inversiones especulativas realizadas para su extracción.

En efecto, un breve recorrido por noticias energéticas actuales no dejan demasiado lugar para las dudas de hacia donde se están alineando los recursos:


Y si echamos un vistazo (Figura-1) a las reservas y recursos recuperables de los distintos combustibles fósiles, convencionales y no convencionales, en términos de sus correspondientes emisiones de carbono a la atmósfera, y los comparamos con las emisiones acumuladas hasta el año 2012 asociadas al uso de combustibles fósiles (384 GtC), rápidamente podemos ver la enorme irresponsabilidad que supone el explotar los combustibles no convencionales.

En efecto, si 400 GtC es el límite de emisiones acumuladas de carbono que nos podemos permitir para no sacar el sistema climático del contexto en el que ha evolucionado durante el Holoceno y que nos permite tener garantías de que no se desencadenarán procesos climáticos irreversibles de realimentación lenta que modificarían radicalmente las condiciones del planta Tierra, embarcarse en la explotación de los combustibles fósiles no convencionales equivale a desencadenar un proceso en el que las emisiones potenciales podrían llegar a superar las 26000 GtC (algunas de las estimaciones sobre el recursos recuperable de shale gas llegan a alcanzar las 15000 GtC), un valor más de 65 veces superior al límite máximo que nos podemos permitir, lo cual, a la vista de lo que ya conocemos sobre el sistema climático constituye un acto de egoísmo e irresponsabilidad extremo.


Figura-1: Estimación de reservas (rentables de extraer a los precios actuales) y recursos (potencialmente recuperables con precios mayores de la energía y/o tecnologías de extracción más avanzadas) mundiales de recursos fósiles, convencionales (petróleo, gas natural, carbón) y no convencionales (arenas bituminosas – oil sands y gas de esquisto – shale gas), en términos de las correspondientes emisiones de carbono a la atmósfera asociadas a su uso, y comparadas con las emisiones hasta la fecha (color violeta) de los recursos fósiles convencionales. Referencia: ‘Assessing ‘‘DangerousClimate Change’’: Required Reduction of Carbon Emissions to Protect YoungPeople, Future Generations and Nature’, Hansen J. et al., 12/2013

Al comparar en la Figura-1 las emisiones fósiles de combustibles convencionales ya realizadas hasta el año 2012 (barras violeta) con las emisiones potenciales si nos embarcamos en la explotación de los combustibles fósiles no convencionales, vemos que las emisiones ya materializadas constituyen tan solo un 1.4% de  las emisiones potenciales si dejamos que el especulativo sistema económico actual se asiente en la senda de explotación de los combustibles fósiles no convencionales.

En este contexto, y teniendo en cuenta que las emisiones fósiles materializadas hasta la fecha ya han llevado al sistema climático hasta el límite de lo tolerable antes de desencadenar impactos irreversibles que modifiquen radicalmente las condiciones en el planeta Tierra, resulta evidente que la crisis hacia a que vamos de cabeza (si no articulamos muy rápidamente la transición hacia la descarbonización), no es una crisis de peak (es decir, de alcanzar un pico en producción de combustibles fósiles que produzca una divergencia entre las curvas de producción y de demanda), como algun@s  no han dejado de augurar insistentemente, sino una crisis climática de consecuencias devastadoras cuyos efectos se van a prolongar en el tiempo durante milenios, y que van a poner en jaque (mate) a la humanidad y resto de especies que actualmente habitan el planeta Tierra: Vamos, que tanto la actual crisis económico-financiera como el eventual peak-oil (si tuviera ocasión de materializarse),  palidecen al lado de la crisis climática que vamos camino de desencadenar si no empezamos a actuar inmediatamente de forma responsable en materializar la transición hacia una economía libre de carbono.

Otro elemento muy importante en el que conviene que fijemos nuestra atención en la Figura-1 son las reservas y recursos de carbón, que alanzan valores del orden de 800 GtC y 10000 GtC respectivamente. Por tanto, incluso descartando el aprovechamiento de los recursos fósiles no convencionales, si no procedemos a descarbonizar urgentemente nuestra economía (combustibles líquidos equivalentes a los que actualmente obtenemos del petróleo también se pueden obtener a partir del carbón, con una huella de carbono superior), desencadenaremos la crisis climática.

En este contexto, cabe preguntarse si los combustibles fósiles no convencionales podrían desempeñar algún papel positivo en el proceso de transición, dado que en algunos casos las emisiones equivalentes de la unidad de energía útil proporcionada pueden ser inferiores a las correspondientes en caso de obtener esa energía útil a partir del carbón. Para que pudiéramos considerar esta opción, deben darse, a mi entender, varias condiciones:

  •  La existencia de un control social directo sobre la explotación de los combustibles fósiles no convencionales, a fin de evitar que los procesos especulativos en los que actualmente se apoya nuestro sistema económico conduzcan a la eventual liberación en el sistema climático el total de carbón correspondiente a las reservas o recursos disponibles. Y cuando hablo de control social me refiero a un control social extendido que también supere la actual inmadurez del sistema social para capturar los intereses del conjunto de la sociedad actual y futura: En efecto, la liberación de estas cantidades de carbono en el sistema atmosférico tendría consecuencias de muy gran calado sobre las posibilidades e impactos que tendrían las futuras generaciones, pues sus efectos se prolongarían durante milenios, y por tanto la sociedad actual no está moralmente capacitada para decidir unilateralmente sobre la conveniencia o modo de explotar estos recursos, y es menester incorporar en el proceso de decisión y control los intereses de las sociedades futuras. Este control social debería garantizar que la explotación de los recursos fósiles no convencionales tuviera un impacto neto positivo sobre el proceso de transición, atenuando por tanto las emisiones acumuladas hasta completar dicha transición. Esto, entre otras cosas, implica que el coste económico  por unidad de energía útil proporcionada por estos recursos fósiles no renovables sería significativamente superior al obtenido por el actual sistema económico especulativo que externaliza todas estas consideraciones, puesto que la producción de unidades de energía útil se encontraría intrínsecamente limitada por debajo de la máxima producción para una inversión dada en explotación del recurso.
  • Emisiones de carbono por unidad de energía útil significativamente inferiores a las de los recursos fósiles convencionales, teniendo en cuenta el conjunto del ciclo de vida de la producción de los combustibles fósiles no convencionales. Es de resaltar la relativa opacidad con la que normalmente se manejan las emisiones equivalentes de los combustibles fósiles no convencionales al no incorporar el conjunto de su ciclo de vida: las emisiones por unidad de energía útil del shale gas y de las oil sands no son las del gas natural o petróleo respectivamente, sino superiores, como consecuencia del resto de emisiones en las que es necesario incurrir para obtener estos combustibles más allí de las correspondientes a quemar el producto final.
  • La inexistencia de otros impactos adicionales asociados a los procedimientos de extracción de los combustibles fósiles no convencionales (contaminación de acuíferos, producción de actividad sísmica,…).

Varias de estas condiciones están actualmente muy lejos de estar establecidas, y por tanto en mi opinión la sociedad no debería permitir que se desencadenara la explotación de los combustibles fósiles no convencionales en el contexto especulativo actual.

E incluso si estas condiciones se dieran, sería preciso llevar un paso más allí las consideraciones de justicia social para enmarcar el contexto en el que los combustibles fósiles no convencionales deberían explotarse. 

En efecto, la responsabilidad social de la situación límite hasta la que hemos conducido al sistema climático, es decir, de las emisiones acumuladas  ya materializadas de 384 GtC hasta el 2012, que dejaban un colchón de tan solo 16 GtC adicionales para alcanzar el límite de 400 GtC (que a un ritmo de prácticamente 10 GtC/año alcanzaríamos ya a mediados del año 2014), se reparte de forma MUY dispar entre los distintos países. Las Figuras-2 y 3 recogen los balances de emisiones acumuladas hasta el año 2012, tanto en términos absolutos como per cápita, y nos muestran de forma MUY clara cuál es la asignación de responsabilidades de haber conducido al sistema climático hasta la condición límite actual, y por tanto dónde debería encontrarse también concentrada la responsabilidad de guiar y liderar el camino de la transición hacia un sistema energético y económico descarbonizados.

Observando estos resultados, y en concreto la Figura-3 que detalla las emisiones acumuladas per cápita, realmente resulta difícil de entender que países como EEUU o Canadá se encuentren actualmente (¡a finales del año 2013!) liderando la explotación de los combustibles fósiles no convencionales, y que países como los de la UE (y especialmente España) sigan escabullendo de forma escandalosa sus responsabilidades para guiar y facilitar el camino de la transición hacia economías y sistemas energéticos libres de carbono.



Figura-2: Emisiones de carbono acumuladas absolutas en el periodo 1751 – 2012  por países/ regiones. Referencia: ‘Assessing ‘‘Dangerous Climate Change’’: Required Reduction of Carbon Emissionsto Protect Young People, Future Generations and Nature’, Hansen J. et al., 12/2013



Figura-3: Emisiones de carbono acumuladas per cápita en el periodo 1751 – 2012  por países/ regiones. Referencia: ‘Assessing ‘‘Dangerous Climate Change’’: Required Reduction of Carbon Emissionsto Protect Young People, Future Generations and Nature’, Hansen J. et al., 12/2013


Realmente resulta alucinante el estado de inmadurez implícito en el hecho de que todavía hoy, ya casi en el 2014, no tengamos ningún pudor en asignar en exclusiva los beneficios económicos correspondientes a la explotación de los recursos fósiles existentes en un país, mientras nos escabullimos por completo de las correspondientes responsabilidades sobre el sistema climático global asociadas al uso de estos combustibles fósiles.

La incorporación de un mínimo de criterios de justicia social al uso de los combustibles fósiles no convencionales (bajo las condiciones anteriormente mencionadas que justifiquen su uso), probablemente conduciría a un reparto de la cantidad de recurso que podamos permitirnos explotar (para mantenernos dentro de los límites del sistema climático), de forma inversamente proporcional a las responsabilidades contraídas hasta la fecha (reflejadas en la Figura-3).

Pero a la vista de la absoluta incapacidad demostrada hasta la fecha por nuestros sistemas económico, social y político para materializar estas mínimas consideraciones de justicia social, junto al escaso colchón de emisiones fósiles (convencionales o no) permisibles para acotar el impacto sobre el sistema climático, sinceramente creo que la única opción es renunciar por completo al uso de los combustibles fósiles no convencionales y concentrar nuestra limitada capacidad de gestión competente en materializar la transición hacia la descarbonización. 

Y por lo que respecta a los países que lideran el ranking de responsabilidad en las emisiones acumuladas hasta la fecha (Figura-3), la reparación parcial de la fuerte responsabilidad social contraída, debería hacer que desde hace ya algunas décadas se hubieran concentrado exclusivamente en construir, viabilizar y ejemplificar la transición hacia sistemas económicos y energéticos totalmente decarbonizados, de tal forma que esta transición fuera directamente asumible por el resto de países. Pero no: Totalmente en contra de esto, los ‘lideres’ del ranking de la Figura-3 siguen empeñados en incrementar su huella de irresponsabilidad social hasta hacer que esta supere el tamaño del propio Planeta:
  • Volcándose codiciosamente en los combustibles fósiles no convencionales, y transmitiendo por tanto la señal al resto de países de que ese es el camino a seguir: Planteamiento especulativo que conducirá a la eventual liberación a la atmósfera del total de carbono correspondiente a las reservas disponibles.
  • Ralentizando (y en algunos casos escandalosos como el de España, directamente entorpeciendo)  el desarrollo de las energías renovables que junto al despliegue del potencial de eficiencia e inteligencia constituyen la opción más viable y directa para materializar la transición (Energía 3.0), con el correspondiente impacto, tanto directo como indirecto, en el asentamiento y crecimiento de esta opción en el resto de países.

Y las sociedades de estos países líderes en el ranking de emisiones acumuladas (Figura-3), siguen permitiendo a sus sistemas económico y político que continúen profundizando  en esta egoísta y especulativa irresponsabilidad social… ¿vamos a permitir que esto vaya más allí del 2013?

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