Nunca he sido de ‘banderas
y banderitas’, presintiéndolas como barniz superficial para aislar la riqueza
que se esconde debajo o para esconder y barnizar la mezquindad, con la
capacidad de reducir el ser humano a peón manipulable por intereses rastreros.
PERO sintonizo
tan poco o menos con la actitud de acogerse al tópico de las ‘banderas y
banderitas’ para otorgarse la licencia de obviar prestar atención al trasfondo
y a lo que ES en base a desprestigiar por axioma aquello que lo representa a
nivel superficial. De hecho, esta actitud no es más que otra ‘bandera’ de las
que se usan para escabullir responsabilidades.
Habrá muchos
tipos distintos de sentimientos e intenciones bajo una bandera alzada, pero al
menos dos de ellos se dibujan muy claramente en mi mente:
UNOS están
asociados al orgullo por una identidad propia, a menudo ninguneada o
despreciada por el entorno. Es una actitud reivindicativa y de coraje en clave
positiva para principalmente poner en
valor el espacio propio, y en el proceso también dejar claro a ese entorno
falto de empatía u hostil que no puede dictar el guion de la identidad ajena.
Son colectivos que ni invaden ni pretenden ocupar espacios ajenos, sino que
encauzan su energía al autodesarrollo del espacio propio, con las manos y el
corazón abiertos a las otras identidades de alrededor con madurez para respetar
y valorar su identidad. En estos colectivos, la ‘bandera’ no llega a echar
raíces estructurales, pues es la riqueza propia la que realmente valoran, y la
‘bandera’ queda relegada a esa etapa reivindicativa para superar las barreras
que impiden el libre fluir del valor propio, etapa en la que es preciso
apoyarse en símbolos para condensar la expresión del todo que sujeta la bandera
alzada. Superada esta etapa, la ‘bandera’ queda relegada a un plano muy
posterior, totalmente eclipsada por el florecer de esa identidad propia con
total respeto a las identidades ajenas libres, pues durante mucho tiempo
aprendió en propia piel cual es el impacto de no respetar las identidades
ajenas. Este colectivo cuenta con toda mi simpatía.
OTROS usan la
‘banderita’ para disfrazar sus carencias y mezquindad, optando por avasallar
sin respeto alguno los espacios ajenos, para así saciar la sed de posesión y
dominación que mantiene apagada la evidencia de su ausencia de valoración de
identidad propia, cerrándose así a ell@s mismos cualquier opción de evolución y
crecimiento. En clave negativa, y apoyándose en el despliegue de violencia por
todas las dimensiones que son capaces, pretenden reavivar su autoestima (o algo
parecido) y satisfacer su ego mediante la imposición de su ‘banderita’ a
cualquier otra identidad cercana que quiera expresarse y evolucionar
libremente. Proyectan fantasmas en su ‘banderita’ y se les nubla la vista con la
exaltación de sus colores, haciendo del pisoteo del prójimo su único elemento
de orgullo, aunque el mundo interior se les esté desmoronando por ausencia de
identidad propia y corresponsabilidad en hacerla crecer en clave positiva. La
‘banderita’ tiene raíces muy profundas y costará que llegue a desaparecer,
porque detrás no hay nada de valor que hayan sido capaces de construir y hacer
evolucionar, y necesitan ocultarlo al entorno. Detrás de la mentalidad y forma
de quehacer de este colectivo y sus ‘banderitas’ se esconde el origen de la
mayoría de problemas globales a los que nos enfrentamos. Aunque este colectivo ha
dominado nuestro pasado, deseo que los individuos tras sus filas vayan
rápidamente rellenando el vacío que han dejado las raíces profundas de su
‘banderita’, evolucionando hacia colectivos libres con identidad propia y
capacidad de arremangarse para colaborativamente con otros colectivos libres ir
despejando ese alud de problemas globales que se nos viene encima.
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