La montaña rusa
de hoy (ahora declaración de independencia, a la media hora convocar elecciones
autonómicas y al cabo de un rato volver a la declaración de independencia) no
hace sino reforzar en mi mente las luces rojas que ya se encendieron el 10-O al
suspender la fugaz declaración de independencia.
Exceso de
protagonismo en Puigdemont, en respuesta a cuyas decisiones aparentemente
inestables oscila de forma exagerada no solo la bolsa, sino sobre todo el ánimo
y sentimiento de la población catalana. Demasiada dependencia de elementos ‘representativos’
para empezar a recorrer el camino ‘participativo’, dando la sensación de que en
sus artimañas y estrategias de despacho intentan hacer bailar a su antojo ese
embrión participativo que está naciendo en Cataluña.
Muchas voces
dentro de las múltiples redes sociales que se han ido tejiendo y reforzando en Cataluña
estos días, lo asocian a la genialidad estratégica del presidente Puigdemont y
sus asesores, llamando a colocarse ‘peligrosamente’ a merced de sus
oscilaciones con ‘confianza ciega’. Aunque yo no entiendo ni comparto esa
estrategia, ojalá me equivoque y realmente sea genial, de tal forma que no se
trunque un proceso que tanto creo que tiene por aportar a la evolución
socio-política y a la generación de resiliencia y capacidad para afrontar los
desafíos globales que ya tenemos encima, y no sólo en Cataluña, sino también en
España, Europa y el resto del mundo.
Pero sin
contenido, las formas de poco valen, y es precisamente en el contenido, en la
esencia, donde se encienden las luces rojas al observar esta gran deriva ‘representativa’.
Me entran dudas de si estos gobernantes han adquirido consciencia de su papel
en la transición desde contextos socio-políticos ‘representativos’ a contextos ‘participativos’.
Me cuesta entender que si tuvieran esta conciencia se les pudiera pasar por la
cabeza jugar con la componente ‘participativa’ como moneda de cambio para
estrategias ‘representativas’, pues así lo que están haciendo es cargarse el
gran valor añadido que en mi opinión podía aportar el proceso catalán: La
transición a contextos socio-políticos participativos.
El pueblo catalán
sí que ha despertado a esta transición, y ha tenido una evolución muy ilusionante,
especialmente a lo largo de estas últimas semanas y meses, creando pueblo con madurez
y autorresponsabilidad para coger las riendas de su camino, colocando a los
representantes políticos en el papel de facilitadores de la expresión ‘participativa’
en lugar de funcionar como ‘representantes’ con cheque en blanco entorno a los
cuales orbita el total de la evolución socio-política entre elecciones y
elecciones. Pero como en toda transición, los cambios de paradigma son muy
sensibles al nivel de colaboración del status quo, y es precisamente en este
sentido donde se requiere grandeza de visión en el actual gobierno catalán ‘representativo’
para facilitar la transición (ya sería la bomba si el gobierno español pudiera aportar
también algo de grandeza, pero esto ya ha quedado descartado por incapacidad
estructural desde hace mucho tiempo…). El hecho de que esta transición pueda
truncarse bruscamente por un retorno a la deriva ‘representativa’, en la que se
definen las soluciones en despachos donde el pueblo no está presente (excepto
como moneda de cambio merced a su potencial participativo) y en la que todo
pivota entrono a una o unas pocas personas, es lo que dispara las luces rojas.
¿De verdad tenía
sentido estratégico plantear hoy el convocar elecciones autonómicas,
sacrificando y haciendo tambalear la ilusión y el valor participativo, para retroceder
un espacio abismal respecto al punto de partida de este proceso socio-político?
Supongo que la respuesta está en ‘depende de lo que persiga tu estrategia’,
pero fuera lo que fuera lo que perseguía esta estrategia, claramente no estaba
vinculado a la componente ‘participativa’, sino a la ‘representativa’.
Si por acción de
unos u otros se apaga la luz participativa que ha brillado en Cataluña estas
últimas semanas, todos perderemos y mucho,
pues probablemente en ella reside la esencia de esos cambios estructurales que
a día de hoy constituyen la única opción para que podamos afrontar y navegar
con éxito los grandes desafíos globales que tenemos encima. Si observo
alrededor (no ya en España, que desde luego no…), sino en Europa y el resto del
mundo, no veo hoy en día destellos de ninguna luz que hable de algo parecido a estos
cambios estructurales, sino más bien todo lo contrario: un reforzamiento de las
estructuras que nos han traído hasta el borde del precipicio, entre las que se permite
la expresión de voces minoritarias reivindicando problemas globales como
involuntario componente legitimador del sistema.
El cambio
climático y las tensiones sociales y económicas que está trayendo asociadas son
un claro ejemplo de estos desafíos globales que para navegarlos con éxito,
tanto en su vertiente de mitigación como en la de adaptación, requieren que articulemos
urgentemente profundos cambios estructurales que nos permitan tejer resiliencia
(ver este post para una exposición breve en Castellano o este otro post para una exposición más amplia en ingles). Si no podemos ni reconocer los embriones de estos cambios
cuando los tenemos delante, y los aplastamos antes de que puedan traspasar el
umbral de la transición, reforzando así el vagón del status quo que nos ha traído
hasta el borde del precipicio, pues…
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